martes, 24 de abril de 2012

JYSH - EL DIA DEL LIBRO (T4, C3)

ON…

MPBlog: wake me up before you gogo

Desde que estoy desterrado he intentado convencer a mis padres de que vinieran a visitarme, pero ya sabéis lo tozuda que puede llegar a ser Loli cuando se niega a algo. Sin embargo, eso no la quita de quejarse de lo poco que nos vemos desde que vivo fuera de casa.

Un día, hablando con Olaya sobre la última novela de cierto famoso, me dijo que el susodicho estaría en Barcelona firmando ejemplares con motivo de la festividad del Día del Libro por Sant Jordi. De forma totalmente impulsiva, se me ocurrió la idea de escaparme ese fin de semana a visitarla. Me puse a mirar billetes de avión y no me lo pensé dos veces a la hora de hacer clic en “efectuar el pago”. Cuando esa misma noche les conté a Loli y Luis que estaría fugazmente por España, a ambos les faltó tiempo para apuntarse al plan.

Así fue como volví a pisar territorio catalán.

Mientras mis padres reservaron habitación en un hotel al lado de la Sagrada Familia, yo me quedé en el piso de Olaya del Barrio de Gracia. Por muy cansados que estuviésemos los dos la noche de mi llegada, nos la pasamos hablando hasta bien tarde. Trabajo, ligues,... había mucho que contar y, aunque mantenemos comunicación a diario, no es lo mismo el WhatsApp que tirarse en el sofá frente a frente y dejarse llevar por los derroteros de una conversación sin censura de ningún tipo. De Dani poco o nada ha vuelto a saber y dice que sólo se acuerda de él cuando pasa por delante de la puerta del hotel en cuyo ascensor tomó una de las decisiones más difíciles de su vida dando marcha atrás con la boda en el último momento. Nunca se ha arrepentido de ello. Algunas veces han coincidido por la calle y aunque Dani ahora está con otra chica, parece que seguirá eternamente enamorado de Olaya. Y no le culpo, Olaya tiene ese algo que engancha a las personas y las atrapa para siempre.

El tema de Pablo... bueno, ahí sigue, como siguen los anuncios de Freixenet cada año aunque cada vez se les preste menos atención. La historia del príncipe azul y del amor verdadero ha derivado, con el paso del tiempo, en la indiferencia. Olaya ya no espera nada de él y se ha resignado a que jamás se recupere lo que algún día hubo entre ambos. Está volcada en su profesión y en sí misma y, qué queréis que os diga, yo cada día la veo mejor y más guapa. Vamos, que un polvazo le echaba. Ella me entenderá cuando lea esto.

Por mi parte, yo le conté que tenía intenciones de quedar con Blanca y, como Olaya sabe interpretar bien mis palabras, me cogió la mano, me dio un juego de llaves y me dijo: mañana por la noche tengo guardia en el hospital.

Temprano por la mañana y con unas ojeras de campeonato, me reuní con mis padres en su hotel. Haber estado varias veces en Barcelona y no conocer la Sagrada Familia por dentro es algo que siempre me había reprochado a mí mismo, así que había que ponerle remedio pese a la larga cola bajo el sol. La espera francamente mereció la pena. No esperaba que la obra maestra de Gaudí fuese a dejarme con la boca abierta. Es increíble la iluminación, la estructura, la sensación. Realmente sobrecogedora, más por dentro que por fuera si cabe.

No dejamos pasar la oportunidad de ir a darnos una vuelta por el Parc Güell, de comernos una buena paella en el puerto o de tomar el tranvía azul para luego ascender al Tibidabo, desde donde disfrutar de las estupendas vistas de toda la ciudad. El tiempo que pasé con Loli y Luis fue increíblemente bueno, aunque eché en falta a Pedro y así estar los cuatro juntos. Va a ser cierto aquello de que uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde, pues bien, desde que dejé de vivir bajo el mismo techo que mis padres he de reconocer que los echo de menos y que me encanta compartir estos momentos con ellos.

Aunque la llamada tardó en llegar, finalmente quedé con Blanca. Nos encontramos de nuevo en la Plaça Catalunya, como aquella primera vez. La diferencia es que ya no me sorprendieron el pelotón de palomas que revolotean por allí, sino la multitud de personas que abarrotaban el centro de la ciudad. Las ramblas, hasta la plaza, estaban llenas de gente, puestos de libros y vendedores de rosas. Así fue como la esperé, con varias rosas en la mano, como manda la tradición. Ella, sorprendida por el detalle, me pidió perdón por presentarse sin ningún libro para mí.

Al atardecer, Blanca me llevó a la fuente de Montjuic al espectáculo sonoro y visual que nunca antes había tenido la oportunidad de ver. La atmósfera del momento propició los primeros acercamientos. Después fuimos a cenar a lo alto de la remodelada y reutilizada plaza de toros de las Arenas en la Plaça de Espanya, donde el vino empezó a desenredar las palabras. Como quien no quiere la cosa, Blanca ya no es la niña que yo conocí algún día en un chat. A punto de terminar sus estudios de psicología, su mirada me transmitía una cierta melancolía mezclada con ilusión.

Has vuelto a mi vida en el momento en que más lo necesitaba...

Al abrir los ojos me descubrí desnudo en el sofá de la casa de Olaya, el mismo en el que la noche anterior habíamos estado hablando. A mi lado, también sin ropa y semi tapada con una manta verde, estaba Blanca, aun dormida y con una expresión tan dulce como inolvidable. La abracé y sonrió. El tiempo se había parado para nosotros en ese momento.

Todo pasó muy rápido… Cuando quise darme cuenta, ya estaba de nuevo en el aeropuerto para tomar el vuelo de regreso. Mientras esperaba la cola para el check-in pensaba en lo estupendos que habían resultado estos días, mucho más de lo que me imaginaba cuando compré los billetes impulsivamente. Llevaba el teléfono en silencio y lo miré para apagarlo... tres llamadas perdidas y un mensaje de Blanca:

Espero que leas esto antes de despegar. Estoy aquí. No podía dejarte ir sin darte algo.

Me di la vuelta y a menos de cincuenta metros allí estaba, sentada en un banco intentando volver a llamarme. Corrí hacia ella y le di uno de esos besos de película delante de todo el mundo. Le di las gracias por los buenos momentos. Ella me dio un paquete. Espero que te guste.

El avión encendió los motores y sentí como perdíamos el contacto con el suelo. Sin embargo, me di cuenta de que en ese vuelo no volvía entero yo. Una parte de mí se quedaba allí, con mis padres, con Olaya, con Blanca. Fue entonces cuando abrí el regalo y descubrí bajo el papel de envolver la última novela de ese cierto famoso. En la primera página había dos dedicatorias.

Una era del autor de la novela: Por los susurros que se escuchan entre las voces.

La otra era de Blanca: Espero que nos volvamos a ver pronto. Mi sonrisa hoy es para ti.

OFF…