viernes, 29 de abril de 2011

ESPEJITO, ESPEJITO…

imageComo venía haciendo cada mañana de cada uno de los días de su desapacible y agotada vida, se acercó al espejo para hacerle por enésima vez la eterna pregunta:

- Espejito, espejito… dime, ¿quién es la mujer más guapa del reino?

- …

- ¿Qué te ocurre que no dices nada? ¿Acaso tienes algún atisbo de duda?

- …

- ¡Te ordeno que te pronuncies inmediatamente!

- Oh, mi señora… a decir verdad no hay indecisión alguna al respecto…

- ¿Entonces? ¿Cuál es el problema entonces?

- Ella…

- ¿Ella? ¿De qué estás hablando? ¿Quién es ella?

- Ella… Ella es la mujer más guapa del reino… Quizás su pelo no esté arreglado ni sea sedoso, pero se mueve con naturalidad y soltura… quizás sus labios no estén perfilados ni sean carnosos, pero pronuncian las palabras más bellas… quizás sus ojos no sean tan bellos ni llamativos, pero transmiten paz e iluminan a quien los mira… quizás sus pechos no sean tan grandes y turgentes, pero guardan en su interior un corazón fiel y lleno de amor…

Por primera vez en mucho tiempo algo se le removió por dentro. Todo en lo que había creído, todo lo que había estado buscando… nada cobraba ya sentido. No había sabido valorar lo que tenía, no había logrado apreciar la auténtica belleza verdadera… y ahora ya era demasiado tarde para hacerlo.

Y, mientras delante de sí misma ya no aparecía su reflejo, sino la inesperada imagen de una chica risueña, cálida y sencilla, tomó del suelo una piedra y desató en un instante toda la ira y la rabia contenida durante años, haciendo saltar en añicos el espejo y granjeándose así toda una vida de triste y agónica mala fortuna.

jueves, 21 de abril de 2011

LA ULTIMA CENA

Habían cenado juntos muchas otras veces, pero él sabía que ésta sería la última.

Preparó los víveres, aderezó la estancia y se dispuso a compartir ese momento especial alrededor de una mesa que ya no era tal.

Los olores que despedían los platos no recordaban a los suculentos manjares que se habían servido otras veces, pero no era momento de ponerse exquisito con la comida.

Se cogieron de la mano y levantó la primera cucharada… Dando gracias la pasó diciendo: tomad y comed todos de él, pues este es mi cuerpo. Cuerpo que suda, que tiembla, que llora… cuerpo que es sólo un reflejo de lo que algún día fui… cuerpo que goza y que sufre… cuerpo que hoy entrego.

Un nudo se apoderó de su garganta a medida que pronunciaba estas palabras. La angustia le recorría de punta a punta, pero sabía que debía guardar la compostura y seguir con el ritual. Siempre había sido muy litúrgico y ahora no iba a dejar de serlo.

Del mismo modo acabada la cena, tomó el cáliz, un cáliz lleno de agua, que es más pura que el vino… Dando gracias de nuevo la pasó diciendo: tomad y bebed todos de él, pues esta es mi sangre. Sangre que recorre mis arterias y mis venas… sangre que ya no es azul, ni roja, sino transparente… sangre que me da vida y que, al mismo tiempo, me la quita… sangre que será derramada por vosotros. Haced esto en memoria mía.

Algunos de los presentes entendían perfectamente lo que estaba diciendo, otros se miraban extrañados sin saber cómo actuar. Nunca antes había quedado nada sobre la mesa. En esta ocasión, parecían haber perdido el apetito. Y cuanto menos comía, más sed tenía. Sed de calma, de reposo, de descanso. Siempre había esperado este momento con temor, pero el mero hecho de estar presente le reconfortaba.

El cansancio y el agotamiento hicieron del sueño una necesidad inevitable. Se volvieron a coger de la mano, se despidieron con nostalgia y se dieron un beso en la frente… de esos que tanto le gustaban. No hubo traición alguna en este beso, sino que se convirtió en uno de los besos más puros, dulces e intensos que daría nunca. Era el beso del amor verdadero. Igual que yo os he amado, amaos también los unos a los otros, les dijo.

Se acostó y fue cerrando los ojos. Una última confesión entre susurros hizo que una lágrima le recorriera la mejilla. Siempre había querido decírselo y nunca había reunido el valor suficiente. Sin saber si era demasiado tarde, sabía que había llegado el momento. Una leve mueca que recordaba a una sonrisa parecía querer dar la aprobación a sus palabras. Él así lo entendió y así se fue. Y aunque todo era silencio sabía que no se iba solo. Un ángel le acompañaría para siempre… cuidándolo, sintiéndolo, amándolo…

miércoles, 13 de abril de 2011

JYSH–LOS LONDRES AL RON (T3, C3)

imageON…

MPBlog: wake me up before you gogo.

La gente que no bebe se pierde grandiosos momentos. Antes de volver a pillarme los dedos, quiero aclarar que no pretendo con esta afirmación hacer apología del alcohol pero, ciertamente, es una maravilla.

Los momentos más divertidos, las preguntas más indiscretas, las mayores meteduras de pata, las grandes hazañas… y las decisiones más impulsivas. Todo ello sólo se realiza cuando uno lleva unas cuantas copas encima.

Estaba con unos colegas tomándonos ‘el lote’ que habíamos comprado en los chinos en un botellón lleno de niñatos cuando me llamó Jose todo rallado. El loco estaba borracho y me dijo que acababa de tirarse de nuevo a Toni, un español que ha conoció allí en Alemania. El lío en el que está metido mi amigo es digno de ser contado, pero tiempo al tiempo.

Después de escucharle monologuear un buen rato le dije que se calmara, pero como yo tampoco iba demasiado fino, empezamos a divagar y a meternos en terrenos pantanosos. Jose me dijo que necesitaba hablar conmigo en persona y a mí no se me ocurrió otra idea que citarle en Londres… ¿por qué allí? Pues porque desde bien pequeños habíamos querido ir y nunca habíamos logrado escaparnos. Sólo con esa ilusión en mente logré colgarle el teléfono y dejar de pagar la llamada internacional, que me estaba costando un ojo de la cara. Claro que al levantarme al día siguiente, lo que menos esperaba era encontrarme en Facebook con un mensaje de Jose…

Lo de Londres sigue en pie, ¿no? ¡Porque yo ya tengo billete!

No lo podía creer. Jose es muy lanzao, pero aun así no me dio opción a reaccionar. Ni a mí, ni a nadie. Ya se había encargado de crear un evento en la red social para todos nuestros colegas… ¡y la gente le seguía la bola! Susi y Sara fueron las primeras en apuntarse y, aunque hubo que convencerle un poco, Nando también lo hizo. La que no pudo escaquearse del curro fue Olaya y bien que lo sentimos todos.

Y así, sin apenas darme cuenta, me vi subido en un ruidoso y ‘confortabilísimo’ avión de Ryanair rumbo a la capital inglesa. Llegamos tan tarde que fue casi misión imposible encontrarnos los cinco. Pero lo hicimos, en Victoria Station… y ahí comenzó la aventura. No se nos ocurrió otra cosa que patearnos tooooda la ciudad hasta el albergue, situado justo por encima de Hyde Park. Conclusión, nos ahorramos unas cuantas libras de taxi pero llegamos a la habitación pasadas las cuatro de la madrugada.

Con las legañas pegadas nos levantamos al día siguiente, pero nuestros ojos se abrieron totalmente al ver que lucía un sol primaveral increíble tras la ventana. Nos habían engañado cuando decían que Londres es gris. El desayuno fue especialmente fructífero para Sara y Jose, que encontraron en uno de los limpiadores la excusa perfecta para babear sobre la tostada con manteca de cacahuete.

Todos, en camiseta, comenzamos a mirar guías y mapas para organizar los cuatro días que pasaríamos en la ciudad. Al final y, pese al miedo inicial y característico de Sara, todo salió sobre ruedas. Aunque nos quedaron lugares por ver como el meridiano de Greenwich o el interior de la Torre de Londres y la Abadía de Westminster (todo carísimo, por cierto), la verdad es que aprovechamos un montón el tiempo. Desde el mítico Buckingham Palace, Trafalgar Square, Big Ben, Tower Bridge, Covent Garden o Picadilly Circus hasta los barrios de Candem, Notting Hill, el Soho o Chinatown. Tampoco nos faltó la foto en Abbey Road, la visita a Harrods, así como momentos de relax en parques y de aprendizaje en museos. 

Durante esos días las galletas maría se convirtieron en la base de nuestra alimentación, aunque tampoco faltaron las hamburguesas, los kebabs, los bocadillos y las pizzas. Nuestro mayor logro culinario fue cocinar pasta en la cocina del hostel. Todo ello acompañado de litros y litros de agua para Susi, que parecía un sumidero bebiendo… Ahora bien, no fue el agua la protagonista del viaje, sino el ron. Botellas directamente facturadas desde España hicieron las delicias de todos nosotros.

Jugar a la pirámide en el albergue ante la atónita mirada de nuestro compañero de habitación fue el comienzo de una noche irrepetible. Trago tras trago, perdimos la noción de la hora hasta que alguien recordó que en Londres los pubs cierran antes. Antes de salir, Jose se dejó alisar el flequillo por las chicas. No nos reímos ni nada a su costa.

Cogimos uno de los últimos metros para llegar al centro y buscamos una discoteca que nos habían recomendado… Con un pedal curioso no supimos decir que no a las 20 libras que nos cobraron por entrar, pero que pronto nos arrepentimos de pagar. No podíamos estar más fuera de lugar con nuestros vaqueros en un local donde todos iban de etiqueta. Las copas a diez libras no ayudaron a mejorar la situación y la coña inicial pasó a convertirse en una tomadura de pelo. Fui al baño a mear y, al darme la vuelta del meadero, tenía a un señor con jabón para que me lavara las manos y una toalla para secármelas. Enfrente de mí, toda una selección de colonias que no me atreví ni a tocar por miedo a que también me las cobraran. Salí del baño tan asombrado y desubicado que me subí a la calle a hablar por teléfono y respirar aire puro (si es que eso es posible en Londres).

Al rato aparecieron Susi y Nando discutiendo. Nando estaba enfadado con el mundo. Al parecer, Jose y Sara se habían ido de la discoteca y estaban ilocalizables en un bar del soho, después de que les hubieran intentado robar la cámara de fotos. Nando se obcecó en la idea de pirarse solo al albergue y allí me dejó con Susi, que se pegó un buen disgusto mientras tratábamos de contactar con los dos ‘fugitivos’. Puede que no fuese la noche ideal que habíamos imaginado a priori, ni falta que hizo. Todo aquello resultó tan loco y disparatado que en lo venidero se convirtió en una coña recurrente de nuestra inexperiencia.

Pero como no solo de borracheras viven los jóvenes (aunque casi), no faltaron muchos otros momentos para el recuerdo como la parada en el fish&chips, la merienda en el Starbucks, quemarnos el culo en los leones de Trafalgar, la foto buscando a Wally, el picnic en Regents Park, los momentos en el descansillo de la escalera, el intento de búsqueda frustrado del andén 9 y 3/4, el viaje en tiovivo al más puro estilo Mary Poppins o la actuación de Sara en el Speaker’s corner, que resultó ser uno de los mejores momentazos.

Tan pronto como llegamos, nos tocó volver… y allí estábamos de nuevo los cinco en Victoria Station como cinco indigentes tirados en la calle de madrugada esperando coger el bus que nos llevaría hasta Stansted, tapándonos con toda la ropa que teníamos a mano para sobrellevar la bajada nocturna de las temperaturas, cansados a más no poder y deseando pegarnos una ducha en nuestras casas.

¡Quién nos lo iba a decir! Aun con la ausencia de Olaya, logramos volver a reunirnos todos. Fue la primera vez que lo conseguimos desde el fracaso de la boda y, aunque nadie comentó nada, todos lo tuvimos presente, siendo lo suficientemente conscientes de cuánto han cambiado las cosas en los últimos tiempos y lo complicado que será volver a coincidir, pero siendo también lo suficientemente inconscientes como para olvidarnos de todo, dejar a un lado los problemas y disfrutar de la compañía y el momento juntos. Son estas experiencias las que me demuestran que no hay nada como los amigos. Así que hoy brindo por ellos la última copa de ron que quedaba en el culo de la botella. Por los amigos…

OFF…