sábado, 3 de septiembre de 2011

AL-ANDALUS: SEVILLA

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MPBlog: Sevilla tiene un color especial – Los del río

Aparcamos el coche enfrente de la entrada del teatro Lope de Vega ante la atenta mirada de un ‘gorrilla’. El sol comenzaba a aparecer tímidamente en el cielo, tras un par de días de intensas lluvias. Nos habían avisado del calor sofocante que pasaríamos pero mirando hacia arriba, no estábamos seguros de si necesitaríamos el paraguas a lo largo de nuestra visita.

Hoy, continuando el recorrido por Al-Andalus… nos vamos a SEVILLA.

Querida y criticada a partes iguales, la capital andaluza emana vida y carácter. Sólo hace falta recorrer unas pocas calles para darse cuenta de que se trata de una ciudad con identidad propia. De tamaño mediano-grande (su población se sitúa en torno a los 700 000 habitantes), Sevilla se enmarca dentro de un tradicionalismo costumbrista y cultural que empieza a tener tintes modernos.

Nuestro recorrido comenzó en la emblemática Plaza de España, un espacio singular donde se recogen eventos históricos significativos de las distintas provincias españolas. Fotografiarse en el rincón reservado para tu lugar de origen es uno de los atractivos de esta plaza, así como el paseo en barca por la zona acuática. A sus pies, el parque de María Luisa, donde da gusto pasearse entre la calma, la sombra y la tranquilidad de la vegetación autóctona y exótica que configura una de las zonas verdes más extensas de la ciudad.

De camino al centro uno se encuentra con el edificio histórico de la Universidad, una antigua tabacalera que ahora es sede del Rectorado y algunos servicios administrativos. Perderse por las estrechas callejuelas del barrio de Santa Cruz (antiguo barrio de la judería medieval) te hace sentirte transportado a otras épocas, en las que el paso del tiempo no ha afectado apenas a su encanto y singularidad.

Y cuando la luz vuelve a aparecer y las calles a ensancharse, uno ya divisa a lo lejos esa torre que domina la ciudad. La Giralda, emblema sevillano por antonomasia, es una construcción que llama la atención no sólo por su altura (104 metros) y belleza, sino por el entorno en que se encuentra. Y es que la Giralda es hoy el campanario de la catedral sevillana, el templo gótico más extenso del mundo, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1987 por la UNESCO. Este conjunto incluye el famoso Patio de los Naranjos y la Capilla Real, todo incluido en la entrada de 8€ (2€ si eres estudiante menor de 25 años y gratis si eres natural o residente en Sevilla).

Al otro lado se encuentran los Jardines Reales Alcázares que, si bien son impresionantes, su precio de entrada es el mismo que el de la catedral, lo que hace del casco antiguo sevillano un chollo de visita para el estudiante y un atraco a mano armada para el que ya no lo sea. Y muy cerca de todo ello está el Archivo General de Indias, el vivo recuerdo del descubrimiento de América.

Para cuando las nubes han ido dejando paso a un hermoso cielo azul y el calor y el hambre aprietan, nada mejor que buscar sitio en uno de los numerosos bares o tabernas andaluzas, donde las ‘servesita’ fresca corre a ritmo de éshate una, mi arma. Si bien las consumiciones no incluyen la tapa como ocurre en otras provincias andaluzas, sorprende que los precios sigan siendo muy asequibles, muy por debajo a los de urbes europeas de tamaño similar, aptos para todo tipo de bolsillos y necesidades. Eso sí, aquello es una fábrica de hacer dinero, así que no te dejarán tiempo para que hagas una sobremesa en condiciones. La lista de espera es grande y no se pueden tener las sillas calientes más del tiempo justo para comer, beber y pagar.

Y ya con el estómago lleno, se puede continuar la visita por la Adriática hasta la Plaza Nueva, donde se encuentra el Ayuntamiento de la ciudad y llegar así hasta el centro comercial, donde no faltan ninguno de los negocios o firmas habituales para satisfacer el deseo consumista de cualquiera. No se puede dejar de atravesar la calle Sierpes e irse alejando del centro por la zona de ambiente gay hasta llegar a la Alameda de Hércules.

De vuelta al centro y en busca de un lugar para descansar, se topa uno con el museo de Bellas Artes, la Estación de trenes de Santa Justa o la Plaza de armas, una de las dos estaciones de buses de la ciudad. Es así como se llega a orillas del río Guadalquivir, lugar donde los jóvenes se reúnen en grupo a tirarse en el prado y las parejas de enamorados se demuestran su amor a la sombra de algún árbol.

Recorriendo el cauce se llega hasta el puente de Triana, que da acceso al barrio del mismo nombre, uno de los lugares más castizos y, al mismo tiempo, más multiculturales de la ciudad. Las calles parecen desiertas durante el día, pero sólo hay que esperar a que el sol empiece a caer para ver cómo las terrazas se llenan de gente, el griterío ensordecedor lo envuelve todo y Triana, en definitiva, cobra vida. Y si el agua fría se cobra a precio de oro, podéis probar a comprar unos helados. Con suerte puede que os salgan casi regalados. Entre tanta diversidad aquí nadie mira a nadie, pero cuidado con burlarse de los andares de la gente y hacer el tonto, nunca se sabe cuándo te puedes encontrar con alguien conocido a tu espalda. 

Cruzar de nuevo el Guadalquivir te acerca a la Torre del Oro, torre albarrana cuyo nombre se debe probablemente a su brillo dorado reflejándose sobre el río. Un poco más allá están el teatro y la plaza de toros de La Maestranza .

Un pequeño desvío para ver el Palacio de San Telmo, actual sede de la Junta Provincial, hace reaparecer las ganas por hidratarse en los bares que se encuentran frente a la iglesia del Salvador, cuya plaza se llena de amigos compartiendo cerveza o tinto. Si los vítores y los aplausos se elevan más de la cuenta puede deberse a que algún carruaje de caballos traiga hasta allí a una novia que vaya a decir el sí, quiero.

Cerrando la jornada y casi sin quererlo se llega al Metropol-Parasol, impresionante y moderna construcción de madera recientemente inaugurada, que incluye un centro comercial y unos restos arqueológicos. Ha sido apodada por los sevillanos como las Setas de la Encarnación, pues su estructura pudiera asemejarse a la de varios hongos gigantes. La pasarela que se encuentra en lo alto permite disfrutar  de unas vistas únicas de Sevilla, con la Giralda iluminada de noche sobresaliendo entre los edificios.

Y es que la ciudad vuelve a dar un giro cuando la luna domina el cielo. Chicos repeinados de camisa, zapatos y pantalones de colores chillones o chicas de cabello largo moreno, con vestido ajustado, tacones y aros bien grandes en las orejas (todo muy sevillano) empiezan a inundar las calles. Es hora de la nocturnidad y la fiesta. Y en eso, Sevilla no se queda coja.

Porque Sevilla es día y es noche, es serenidad y es locura, es tradición y es modernidad, es castidad y es desenfreno, es bonita por dentro y por fuera. Puede que el calor estival la haga insoportable en determinados momentos, puede que sus gentes tengan un carácter algo presuntuoso, puede que posea un alto índice de robos, pero lo que nadie puede negar es que Sevilla, la ciudad Al-Andalus de la despedida, tiene un color especial.

Ya sólo quedan 2 ciudades por conquistar…

OFF…

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