lunes, 17 de septiembre de 2012

JYSH – LA ‘MALLOR’ CARTA (T4, C9)

Querido Pedro:

Desde el mismo salón de esta, nuestra casa donde tantas comidas hemos compartido, tantas peleas hemos tenido y tantos momentos trascendentales hemos vivido, recuerdo ahora los días que hemos pasado juntos en la isla, mientras afronto sin remedio la última semana del verano y también de mis vacaciones.

Hacía ya tiempo, desde los meses que estuvimos en Brasil, que no nos embarcábamos en una de nuestras aventuras. Nos costó elegir fechas y destino, tanto que fueron varias veces las que vi peligrar el viaje, pero al final ambos encontramos un hueco en nuestras apretadas agendas para escaparnos de todo y de todos.

La espera en el aeropuerto se me hizo eterna. Agotadas las baterías del móvil, el iPad y la Nintendo, mi cabeza se puso a navegar en mares de reflexiones y recuerdos. No voy a negar que una parte de mí tenía miedo. Miedo de ese que es más nerviosismo que miedo. Nerviosismo de ese que es más inseguridad que nerviosismo.

Hacía unos meses que la comunicación entre nosotros había disminuido y temía encontrarme con el mismo Pedro desubicado de hace un año y no saber qué hacer ni qué decir... Sin embargo, esa bruma de dudas se desvaneció cuando te vi aparecer en la terminal con una sonrisa en la cara y me diste un apretón que a punto estuvo de romperme el pecho. Qué bien te sientan los años y cómo se te nota el gimnasio, cabrón.

Y es que lo cierto es que me encontré con un Pedro mucho más sensato, sereno, tranquilo, con ganas de volver a coger la vida por lo cuernos y dar lo mejor de sí mismo para pasar página de una vez por todas y comenzar una nueva etapa.

El primer café nos sirvió para ponernos rápidamente al día de todo y sumergirnos de lleno en unas vacaciones que, vistas con perspectiva, son ya un conjunto de inolvidables retales cosidos con el hilo dorado del sol. Si había que superar anteriores experiencias parisinas, romanas, venecianas o milanesas, lo logramos espontáneamente y sin necesidad de poner mucho esfuerzo en ello.

Estarás conmigo en que las mágicas pulseras del Sacre Coeur o la furtiva foto al David son puras anécdotas comparadas con el juego que nos dio en esta ocasión el C3 como vehículo y compañero de fatigas. Desde el primer culazo en el párking, hasta el cuasi empotramiento de vallas, pasando por el ascenso-descenso-ascenso-descenso a la tortuosa sierra o la pentasecuencia de caladas en los cien metros lisos. Que el auto, como diría mi Cata, siguiera tan blanco al final de la semana como cuando lo recogimos y que nosotros regresáramos sanos y salvos sólo puede significar que alguna fuerza superior estaba con nosotros.

La desastrosa compra en el supermercado de “lujo” y esa cocina de última generación, que nos proporcionaría una auténtica pasta de macarrones, se compensaron con deliciosas cenas en terracitas, agradables comidas en la playa y la litúrgica parada en el Hard Rock. El brownie con helado volvió a deleitar nuestros paladares una vez más, aunque valiera para provocarle una indigestión a tu siempre delicado estómago.

Relajantes atardeceres de ensueño, paisajes tan variados como espléndidos, playas paradisíacas... todas esas imágenes se han quedado ya grabadas en mi mente, como lo están nuestras inagotables conversaciones, que han vuelto a ser las que eran, las que nunca debieron dejar de ser. No sé qué opinarás tú, hermanito, pero yo estoy deseando repetir. ¿Empezamos a organizar ya la próxima?

Un abrazo y, aunque no te lo diga muy a menudo, no te olvides de lo mucho que te quiero.

Jorge.

No hay comentarios: