domingo, 29 de agosto de 2010

BUEN CAMINO

ON...


Miro al cielo. La luna brilla con intensidad. Frente a mí, todo es oscuridad. Todo menos las dos figuras difusas que me acompañan entre las sombras. Aún no ha amanecido y la mochila pesa sobre nuestros hombros. Una mochila que simboliza el peso de la responsabilidad, una responsabilidad de la que no se libra ni el más bondadoso de los mortales. Una pequeña linterna alumbra nuestro alrededor. Repiquetean los palos en el suelo mientras buscamos las flechas amarillas que marcan el camino a seguir. Los mojones disminuyen agónicamente su kilometraje. Cada vez estamos más cerca.

Año 2010. Año Santo Xacobeo. Miles de peregrinos se dirigen a Santiago de Compostela motivados por distintas razones. Los hay que buscan superar un reto deportivo, los hay que sienten el fervor religioso y los hay que buscan vivir una experiencia única. En realidad, la motivación es lo de menos. No es la primera vez que camino hacia la capital gallega, pero echo la vista atrás y me doy cuenta de que nada está siendo igual.

Mientras aclara el cielo me concentro en el dolor de mis pies. Unos pies que llevan caminados más de 100 kilómetros en los últimos días. No puedo evitar pensar en las ampollas que rozan con el calzado. Afortunadamente, poco o nada que ver con la última vez. Esto me hace sentir bien. Esto y el zumo con croissants que me dan las fuerzas necesarias para no desfallecer antes de que cante el gallo. Nos adelantan caminantes mientras saludan con amabilidad. Muchos de ellos llevan las típicas calabazas y conchas de vieiras tal y como hacían los peregrinos de antaño.

Un avión de Ryanair pasa a rás sobre nuestras cabezas. Este y otros contactos con la civilización indican que estamos cerca de nuestra meta. Caen unas gotas y dudamos si ponernos los chubasqueros. Hemos tenido mucha suerte con el tiempo. Galicia a finales de agosto podía ser una lotería y, afortunadamente, no hemos pasado de lloviznas ocasionales que no nos han complicado lo que ya de por sí es complicado.

Hacemos una parada para sacar fotos y aprovecho para tomarme un café. La cafeína se ha convertido en mi mayor aliada para recuperar la energía que he ido perdiendo paso a paso. Sellamos nuestras credenciales y veo que empiezan a estar repletas de estampas de los distintos bares, tiendas e iglesias con los que nos hemos ido topando.

Empieza a calentar el sol. La subida al popular Monte do Gozo es, prácticamente, el último 'obstáculo' que nos queda por pasar. El descenso del monte nos deja a la entrada de Santiago. Todavía nos queda atravesar la ciudad hasta alcanzar la catedral. La vez anterior todo estaba en obras. El aspecto que luce ahora es totalmente distinto. Todo cambia con el paso de los años...

Saco mi cámara, la misma cámara que ha visto tanto en los últimos meses. Grabo un vídeo mientras suena de fondo una gaita y anuncio nuestra llegada a voz en grito. La gente nos mira, pero me da igual. Una vez más... ahí está. Ante mis ojos se abre la espléndida Plaza del Obradoiro. El mismo gusanillo me recorre el cuerpo de pies a cabeza. Estoy emocionado, así que cojo la mochila y la lanzo con todas mis fuerzas sobre el kilómetro 0. Ahora sí, lo hemos logrado.

Tras la foto de rigor frente a la catedral vamos a recoger nuestras compostelas. Nos encontramos con una cola tan tremenda que nos perdemos la misa del peregrino y la actuación del botafumeiro. Las colas también han sido parte del camino. Conseguir plaza en los albergues no es tarea fácil, así que los días que conseguíamos cama resultaban un premio frente a los días que nos tocaba dormir en las colchonetas de un pabellón. Agua fría, duchas unisex, mochilas rotas, dolores de pies y rodillas... Las inclemencias a las que se somete el peregrino podrían llenar una lista francamente amplia.

Sin tenerlo del todo claro nos metemos en la catedral por una puerta lateral que no es la puerta Santa (conocida también como puerta del perdón). Estamos tensándole la cuerda demasiado a Santiago. Y, como cabía esperar, la réplica del apóstol no se haría esperar.

Estamos cansados, pero sólo pensamos en la recompensa que nos espera por la noche. Tenemos entradas para el festival de música Xacobeo '10. En cartel figuran Muse y los Pet Shop Boys. Llevamos toda la semana aprendiéndonos las canciones de la banda inglesa.

Armados con Estrella Galicia volvemos a ascender al Monte do Gozo (esta vez en autobús) y damos por comenzada la fiesta. La espera de la banda de Matthew no es demasiado larga y el concierto cumple sobradamente con las expectativas. Tan sobradamente que... bueno... digamos que en este punto es cuando Santiago se tomó su particular 'venganza'. Una 'venganza' que continuó con la suspensión del servicio de buses debido a la avería de uno de ellos y que nos obligó a bajar andando desde el monte. Bendita penitencia...

Y es que todo esto y mucho más es el Camino de Santiago. Encontrarse con gente inesperada al cruzar un río, perder múltiples enseres personales, entrar en contacto con la naturaleza y con uno mismo, soportar a 'meapilas' italianos cantar canciones religiosas, ver el peor baño de Escocia o escuchar a andaluces que no paran de decir 'quillo'. El camino se renueva constantemente y siempre tiene algo nuevo que ofrecer.

Algún día dije que pasaría mucho tiempo hasta que lo volviera hacer. Ese tiempo pasó y volví. Hoy, quiero prometer que intentaré volver en el próximo año Santo (si no antes). Sé que lo fío lejos, pues estoy emplazando la promesa 11 años en el tiempo, pero quiero que quede plasmada en algún sitio más que en mi cabeza. Han sido unos días maravillosos e irrepetibles. Los madrugones, dolores, cansancios, agonías o infortunios han estado totalmente compensados con las confidencias, risas, anécdotas y la satisfacción de haber llegado.

Hacía tres años que no les veía. Tres largos años en los que tantas y tantas cosas han cambiado que, comprobar que la amistad sigue intacta entre nosotros, me produce la mayor de las satisfacciones, mucha más que el concierto de Muse o el papel amarillo de la compostela. Si tengo debilidad por los gallegos y la comunidad gallega (pese a que los OH me hagan decir lo contrario) es gracias a ellos, así que aunque no suela hacerlo, permitidme que les dedique hoy esta entrada... porque no es que se lo merezcan sino que sin ellos esta experiencia no hubiera sido posible. Ha sido estupendo reencontrarnos y estoy seguro de que lo volveremos a hacer sin dejar que pasen otros tres años. Mientras tanto, os deseo Buen Camino... Malo será.

OFF...

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