lunes, 20 de septiembre de 2010

EL PERRO DEL HORTELANO

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MPBlog: ‘El perro’ – Miguel Bosé.

Cuatro ha puesto el género del coach de moda. Después de Supernanny, Soy lo que como, SOS adolescentes y unos cuantos más programas similares en estructura y diferentes en temática, ahora también cosecha notable éxito Malas pulgas, un espacio en el que se enseña la forma de solucionar problemas habituales de los perros.

No me gustan demasiado los animales, pero tengo un perro. Lo correcto sería decir que lo tenía hasta hace poco, pero supongo que hay ciertas cosas que cuando se han tenido se tienen para siempre, aunque desaparezcan de nuestras vidas.

A mi perro, de todas formas, no le gustaba demasiado la tele. En realidad, a él le iba más la literatura. Nunca le he visto leer, pero sé que le encanta Lope de Vega (ahora que inunda las carteleras de las salas de cine). Lope escribió su famosa comedia palatina en 1618 y cuenta la historia de amor (si es que siempre es el mismo tema) entre Diana, la condesa de Belflor, y  su apuesto secretario, Teodoro. La pareja, tras muchos obstáculos derivados de la diferente posición social de ambos, logra unirse en matrimonio. Un final feliz que, poco o nada, tiene que ver con la historia que nos atañe.

La obra fue adaptada también al cine por la genial Pilar Miró, con la actuación de actores de la talla de Emma Suárez, Ana Duato o Carmelo Gómez y llegando a ganar la nada despreciable cantidad de siete Goyas en 1997.

A mi perro le encantaba ser el perro del hortelano. Sí, el mismo, el que ni come ni deja comer. El conocido refrán tiene una explicación tan sencilla y tan gráfica, que ha sido desde siempre uno de mis favoritos: los perros, que (para quien no lo sepa) no son vegetarianos, nunca se comerían los productos cultivados en una huerta pero, como guardianes, sí evitan que otros animales que sí son vegetarianos, entren a comérselos. Así que en ello emplean su tiempo, en no hacer ni dejar hacer.

Adoraba a mi perro. Aunque no me gusten demasiado los animales, he de admitir que se les termina cogiendo cariño en cierta manera. No hablaba, me sacaba de quicio con sus manías y lo que era peor, no sabía querer. Si bien de cachorro era tierno y adorable, no fueron pocos los que comentaron cuánto había cambiado últimamente. Se volvió solitario, egoísta, desconfiado, arisco, oscuro… No quedaba nada de ese brillo en sus ojos que me había cautivado más la razón que el corazón.

Así es como dejó de ser el mejor amigo del hombre y, aunque una parte de mí guardaba la ilusión de que volviese a cambiar en algún momento, sabía que iba a ser complicado o, si me apuráis, imposible. Y como no me gustan demasiado los animales (creo que esto ya lo dije antes, ¿no?) y no estaba dispuesto a dejarme herir de continuo por sus mordeduras, probé en abandonarlo un par de veces. Pero como en el fondo no estoy hecho de una pasta tan cruel como pueda parecer a simple vista, cada vez que volvía a picar a la puerta de casa, no podía evitar dejarle entrar para darle esa nueva oportunidad que nunca doy y que siempre hay que dar.

Ahora bien, las últimas semanas se convirtieron en una situación insostenible que anunciaba el amargo final. Si bien no me comporté con él como hubiera debido (donde quiera que esté, cielo o infierno, puede tomarse esto como un reconocimiento de mis propios fallos), lo cierto es que él tampoco dudó en incidir, sin el más mínimo de los escrúpulos, en una herida que seguía abierta.

Harto de aguantar a la fiera, le grité y le devolví todo el dolor que me había provocado. Al final no fui yo el que le abandoné a él, sino que fue él el que decidió irse por su propia voluntad. Lo último que escuché de él fue un ladrido atroz y lo último que vi, una mirada de odio. Entendiendo que se trataba de una despedida, le di la caricia que nunca le había dado.

¿Y ahora? Pues pensé que sentiría un cierto vacío existencial. Al fin y al cabo, había ocupado un cierto hueco en mi vida, pero en realidad lo que siento es una tranquilidad enorme, como el que se libera de ese lastre que tanto le pesaba arrastrar por el camino.

Así que, aunque le deseo lo mejor y espero que, tarde o temprano, volvamos a encontrarnos, creo que él ha de buscar antes su sitio en este mundo, un mundo en el que no alcanza la meta el más rápido sino el que mejor mantiene el paso firme y constante. Yo, de momento, lo tengo claro… muerto el perro se acabó la rabia.

OFF…

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