miércoles, 5 de enero de 2011

DE ORIENTE A OCCIDENTE

imageQueridos Reyes Magos:

Acaba de empezar 2011 y, una vez más, una corriente de nervios me invade el cuerpo de punta a punta ante su inminente visita a los millones de hogares que visitarán esta noche para llenar de magia y repartir ilusiones.

En el colegio me dijeron que sus Majestades no eran reales y aun con el paso de los años la gente se sorprende de que continúe escribiéndoles una carta. Pero yo sigo creyendo en ustedes… sé que esta noche se acordarán de mí y pasarán por mi casa cuando ya esté dormido.

Después del increíble buen tiempo de estas Navidades, la tarde amenaza con lluvia. Aun así, tengo ganas de volverles a ver en la cabalgata. Llevo todo un año esperando este momento y sé, que una vez más, será especial.

Y es que, como siempre les digo y sabrán por experiencia propia, un año da para mucho. Incluso para mucho más de lo que somos capaces de imaginar. Mientras les escribía la carta del año pasado, por mi cabeza rondaba la idea de que sería imposible que 2010 pudiera llegar a superar en experiencias e intensidad a 2009. Como en tantas y tantas ocasiones, estaba equivocado…

Comenzó 2010 sin publicidad en el ente público, viendo Avatar en 3D y con lágrimas. Lágrimas aún más tempranas que las de 2009. Lágrimas consecuencia de verdades a medias  que me hicieron aferrarme a los pequeños placeres, a la esperanza de que las cosas mejorarían. Mientras, nuestras dos cadenas privadas más longevas (Antena3 y Tele5) cumplían dos décadas y yo me debatía entre la idea de cuánto o cuán poco pueden llegar a ser 20 años. Toda esta agitación interna, junto al final de la edición más larga de Gran Hermano en España hasta la fecha, estuvieron a punto de hacerme perder la cordura…

Pero cuando menos te lo esperas, surgen nuevas ilusiones, como surgió esa edición especial de GH conmemorando los 10 años desde sus inicios y reuniendo a los concursantes más emblemáticos de todas las ediciones que, si bien no cumplió totalmente mis expectativas, se convirtió en un regalo de la cadena a los fans más fieles y logró mantener en movimiento a mi músculo motor, que poco a poco parecía querer volver a latir. Y mientras tanto, Oprah anunciaba el fin de su carrera frente a las cámaras (que se hará efectivo en unos meses), Pilar Rubio se hacía cargo de un Mira quién baila transformado en Más que baile, Lourdes Cano cerraba definitivamente su farmacia y Jose María Aznar levantaba un dedo que recorrería las portadas de todos los periódicos del mundo.

Entre tanto barullo físico y mental, real y ficticio, el reencuentro con Jorge fue la primera medicina contra la intoxicación que acarreaba, a la que se unió la luz de esas luciérnagas que conocí a principios de año, que tanto me acompañaron en el oscuro, triste y frío invierno y a las que tantos buenos recuerdos nocturnos les debo. Porque aunque no hubiera medallas que colgarse, hay viajes que lo cambian todo. Atravesar la puerta del pasado en Berlín, regresar a casa y cerrar el ciclo me hicieron volver a ser más YO de lo que  nunca había sido.

Y, como si la naturaleza estuviera en sintonía con mi estado interior, el famoso volcán entró en erupción, la edición All-Star de GH llegaba a su fin y yo sacaba el skin que todos llevamos dentro. Así fue como viví una road trip simplemente inolvidable en Eslovenia y Croacia (so excited morchi!) y el destino quiso que me quitara una espina de encima y llevarme hasta Oslo, esa ciudad ‘maldita’ a la que había prometido que jamás intentaría volver. La experiencia eurovisiva se convirtió, sin duda, en otra de esos momentos que quedarán grabados en mi retina durante mucho tiempo (la victoria de los satélites de Lena y el espontáneo jimmy jump en la actuación española serán difíciles de olvidar).

Con el verano llegó el sol y las noches más irreverentes, la hoguera de san juan quemaría todos los malos rollos y las pasiones humanas darían paso a un mes de julio protagonizado por las adivinaciones del pulpo Paul, la consiguiente presencia de España en la final del mundial de fútbol de Sudáfrica y la histórica victoria frente a Holanda que nos convertiría en campeones del mundo. Y, aunque todo parecía adquirir tintes mucho más amables, noticias como la de la love parade de Duisburg pusieron el tono agridulce a los meses estivales, a lo que también contribuyó el fin de esa gran, única e irrepetible experiencia llamada ERASMUS que tanto bueno y malo me hizo pasar y de la que no me atreví a hacer la última crónica para evitar el indeseado nudo en el estómago.

Mi título de ingeniero y los viajes al este y al oeste de Europa (Austria y Portugal) se convirtieron en la mejor guinda de un pastel que me llevaría de nuevo a reunirme con ‘Santi’, antes de las últimas confesiones y de aterrizar en el mismo lugar de siempre, que se habría convertido en tierra de nadie. Quizás se debiera a haber perdido varios pares de gafas, pero donde yo había dejado luciérnagas encontré entonces al perro del hortelano y aun costó tomar decisiones y volver a dormir tranquilo. Pero  al ver a ‘Pili’ en Zaragoza lo conseguí y me auto-renové, como también lo hizo Belén Esteban, cuya vida volvió a convertirse en debate nacional debido a las infidelidades de su marido. La princesa del pueblo logró competir en popularidad con la auténtica princesa Letizia y la exitosa tv-movie de los príncipes de Asturias. Al mismo tiempo,  Super Mario cumplía 25 años, el internado cerraba sus puertas y la casa de Gran Hermano volvía a abrir las suyas para la duodécima edición.

Y aunque el año estaba a punto de finalizar, todavía quedaba mucho por ver, oir y sentir. La polémica visita del Papa a nuestro país, los secretos destapados por wikileaks, la pérdida de uno de los patos y el cobro de mi (inesperado) primer sueldo me dejaron a las puertas de diciembre, que comenzó con la huelga de controladores aéreos y un inolvidable viaje a Granada (se os quiere gente!) y que acabó convirtiéndose en el mes de los reencuentros, las petacas, del fin de la ruta del dragón y en el que Santa (o el niño Jesús) me trajo el mejor regalo de estas navidades, con la noche(más)buena que he vivido nunca. Ciertamente, el listón ha quedado muy alto.

Así fue que, después de tantas idas y venidas, 2010 acabó con unas campanadas virtuales muy especiales y con una sonrisa, la misma que espero mantener a lo largo de todo 2011, porque mi intuición me dice que a partir de ahora todo irá para arriba. Es por ello que no me importa escribir la carta a última hora. Da igual si no les llega a tiempo porque no les quiero pedir nada que se pueda comprar con dinero. Y si bien reconozco que he cometido muchos errores y que me han quedado muchas tareas pendientes (aún no he leido HP7!!!), son muchas las cosas que se han arreglado y ordenado. Es por ello que me desprendo de todo materialismo para decir que, si he sido lo suficientemente bueno este año, me traigan ‘sólo’ la misma salud (y un poquito de magia) para el que acabamos de estrenar, porque ganas, fuerza e ilusión me sobran para escribir ese nuevo capítulo que está a punto de comenzar, un capítulo que estoy seguro volverá a sorprenderme. No hago promesas, ni me fijo propósitos. Lo que tenga que ser, será. Más tranquilo que nunca, disfruto de lo que me rodea y me dejo llevar. Y es que imagino lo que me espera por delante y se me hace la boca agua con todo lo que está por venir…

De momento y sin adelantar acontecimientos, nos vemos esta noche. Mis zapatillas estarán rigurosamente colocadas bajo el árbol y el turrón esperándoles encima de la mesa.

Reciban un cordial saludo sus Majestades de Oriente.

Atentamente, su más acérrimo defensor.

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