viernes, 7 de mayo de 2010

GENERACION SKINS

ON...


La empecé a ver por recomendación e insistencia. El primer episodio no me transmitió lo que yo buscaba. Los siguientes... tampoco. Y sin embargo, me tiene profundamente enganchado.

Skins es una de esas series que no dejan indiferente a nadie que la vea más de cinco minutos seguidos. Algunos dicen que 'nuestra' Física o Química se basó en esta serie británica para sus tramas y personajes. Lo cierto es que alguna similitud sí que se puede encontrar si se le pone mucho empeño. Pero en realidad no, cualquier parecido entre ambas es pura coincidencia.

Skins deja de lado el tratamiento de las tramas desde el punto de vista familiar o de los profesores para centrarse en los auténticos protagonistas: unos adolescentes que, mientras buscan su lugar en un mundo caótico, viven una vida llena de excesos. El sexo, las drogas, el alcohol,... todo ocurre de forma exageradamente exagerada sin pudor ni tapujos. Nadie dijo que fuese fácil tener 17.

Si algo la diferencia claramente de FoQ, es que en Skins se aplica a la perfección la ley de acción-reacción. Esta es su auténtica seña de identidad. Y es que, en la polémica serie que emite con gran éxito la cadena E4 desde 2007, toda causa tiene su efecto, toda decisión, su repercusión. Así es como nos encontramos con jóvenes profundamente afectados por las circunstancias de la vida. No hay perfiles ni prototipos, sólo niños que se buscan a sí mismos. Despertar a la vida, conocerse a uno mismo, perder la inocencia... La adolescencia es un periodo agridulce lleno de contrastes, impulsos y locuras, carente de sentido pero envuelto en un halo de magia. 

Desgarradora, directa, impactante,... Skins no es una serie precisamente feliz ni optimista. Por eso ha roto moldes a la hora de reflejar el paso a la vida adulta, sin tópicos ni prejuicios, creando un drama adolescente que logra arrancarte, en una misma escena, tanto una lágrima sincera como la mayor de las carcajadas.


La MTV acaba de adquirir los derechos para llevar a cabo la adaptación estadounidense, que contará con la participación de muchos de los actores de la serie original (o eso han prometido). Habrá que esperar a ver lo que sale de esa mezcla, aunque no acaba de convencerme. La serie no es muy del estilo del american way of life y recortarla, censurarla o suavizarla sólo hará que pierda la esencia que la hace grande, diferente.

Otra de las grandezas de Skins está en el relevo generacional: cada dos temporadas se renuevan los actores que forman parte del elenco de la serie, creando ciclos lógicos y naturales que, en ningún momento pretenden tener a chicos de veintitantos haciéndose pasar por chavalitos de quince. Esto aporta un gran realismo y dinamismo a la historia, permitiendo reflejar muchos y muy variados perfiles de jóvenes. Unos vienen, otros se van,... y así debe de ser. No hay tiempo para cogerle cariño a nadie. Puede que los sueños no se cumplan, que todo vaya de mal en peor o que las cosas nunca acaben con final feliz. Pero eso no importa. Los lazos de unión que se establecen en la adolescencia son irrompibles. Da igual el tiempo que pase, la distancia que se genere o las personas que vengan después. Quizás no les vuelvas a ver, pero el recuerdo de aquéllos con los que se comparte esa etapa de cambios resulta, simplemente, imborrable.

Inmerso ya en la segunda generación de Skins, aun tengo como referente y marcada a fuego la primera. En cierto modo, ellos fueron los originales, los que me descubrieron ese mundo prohibido y, al mismo tiempo, tan atrayente. Tony, Sid, Michelle, Cassie, Maxxie, Anwar, Chris, Jal,... Cada uno con sus problemas, conflictos y trastornos, cada uno con sus imperfecciones, cada uno con su forma de ver la vida y cada uno con su forma de vivirla. No hay buenos ni malos, sólo circunstancias que nos obligan a tomar decisiones. Son esas circunstancias las que nos hacen ser lo que somos.


Que levante la mano quien no haya vivido esa etapa de rebeldía, inconformismo, lucha, incomprensión... vivir la etapa Skins es tan necesario en el desarrollo personal que me atrevería a decir que incluso la deberían poner como asignatura obligatoria en los institutos. Hay quien la vive prematuramente y hay quien es un poco más tardío en el proceso, pero todos deberíamos pasar por ella. Sin excepción. Dejarse llevar, vivir al máximo, cometer errores, sufrir, aprender, aceptar, superarse, lograr, alcanzar,... sólo el que ha experimentado este cúmulo de actitudes puede llegar a ser adulto.

Y es que además, el proceso puede resultar tremendamente divertido. Así es como me siguen cautivando de vez en cuando las noches Skins. Noches en las que nada importa y en las que todo está permitido. Sin reglas, sin ataduras, sin responsabilidades ni compromisos. Donde el riesgo, la locura y el descubrimiento son las únicas reglas del juego. Un juego que no se acaba hasta que sale el sol. Dicen que la noche es joven. Y es una gran verdad. Con todo lo que eso conlleva...

OFF...

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