lunes, 7 de marzo de 2011

AL-ANDALUS: CADIZ

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MPBlog: La vida es un carnaval – Celia Cruz

Las ciudades, al igual que ocurre con las personas, pueden conocerse de muy diferentes formas. A veces basta con un instante para resumir toda una experiencia vital, otras es necesario un largo recorrido que te acerque a todas y cada una de sus dimensiones.

Cuando uno adopta una nueva personalidad durante unas horas y se interna en las profundidades de la noche y la fiesta, ha de estar preparado para redescubrirse y para entrar en una realidad distinta… con todo lo que eso conlleva.

Hoy, continuando el recorrido por Al-Andalus… nos vamos a CÁDIZ.

La transformación fue solo el principio. Sin embargo, los calcetines blancos y el bote de gomina empezaron a ejercer su influjo desde el primer minuto. El que espera, desespera… y compartir un autobús con 40 desconocidos durante más de cuatro horas hizo del trayecto una historia interminable.

Sólo la gracia de los huevos a la flamenca y sus bebés, junto a los comentarios y la paciencia del colectivero Manuel lograron arrancarme las primeras carcajadas del viaje. La noche anterior había sido extraña, rozando incluso en el absurdo y ni mi cuerpo ni mi mente parecían querer sumergirse en la alegría de un cuento que había dado comienzo sin mí. Suspicaz ante todo y sin llegar a creerme una versión un tanto dislocada y manipulada, necesité de mi propio MPT como prólogo a la historia de la ‘tacita de plata’.

La noche se cernía ya sobre la ciudad y nada más poner un pie en tierra tuve la extraña sensación de haberme transportado a un mundo de esperpentos donde todas las personas se habían convertido en personajes. No sentía que aquella fuese mi historia, así que la lucha interna entre mi yo y el de mi personaje comenzó a fraguarse en ese instante. Aun no tenía ni idea de cuán poderosas pueden llegar a ser las pasiones…

Nuestra narración transcurre entre luces, chirigotas, bailes y alcohol. Toda una ciudad sumergida en un ambiente festivo, fruto de una de las fiestas populares más antiguas y arraigadas de nuestra cultura. Los carnavales de Cádiz son los terceros en importancia mundial tras los de Río de Janeiro y Venecia, así que puede considerarse casi un privilegio haber sido partícipe de ellos. Ante mis ojos pasaban jugadores de rugby, moscas gigantes, enfermeras masculinas, hippies, caballeros medievales, piratas, galletas humanas, incluso un toro con problemas de identidad sexual… pero yo seguía sin ser consciente de quién era en ese momento.

Las manecillas del reloj se desplazaban inusitadamente despacio. El debate interior continuaba sin llegar a inclinar la balanza. El equilibrio entre fuerzas parecía haberse alcanzado y sería difícil encontrar aquello que lograra desestabilizarlo… o no. Bastó con una frase de mi hermanita adoptiva para hacer saltar la chispa que haría que mi yo se rindiera finalmente frente al personaje y me metiera de lleno en la historia. El ron hizo todo lo demás…

Así es como dejé de ver a mi gente y en su lugar me encontré con una simpatiquísima aborigen, un grupo de increíbles superdotados y un par de geishas que levantaban la pierna y ponían morritos cada vez que intuían el flash de una cámara a su alrededor. Empecé a dejarme llevar y el personaje lo invadió todo. Me terminé perdiendo un rato. Quizás uno de los mejores momentos de la noche. A veces pienso que ese aislamiento es el que me hace cometer las locuras más divertidas. La noche de las máscaras y los disfraces hizo de las suyas y puede que no hubiera regresado al punto de encuentro de no ser por lo ajeno que me resultaba todo aquello y el temor a desubicarme por completo.

Al volver, la noche y nuestra historia habían dado un paso adelante. Me encontré con mimos desfigurados, con figuras del pac-man tridimensionales, con los personajes del Mago de Oz, la tuna, Blancanieves,… estaba claro que ya no había forma de controlar aquello. Y como toda buena historia tiene su punto de inflexión, este fue el nuestro. No sé quién ni cuándo propuso entrar en aquel bar, pero los cinco euros que costó la entrada bien sirvieron como aval del espectáculo que aquella decisión desencadenaría en todos nosotros.

La mesa de billar fue testigo de algunas de las mejores imágenes de la noche y una copa más (siempre es esa copa) dio lugar a una de esas conversaciones tan gratificantes que justifican haber alcanzado el estado de embriaguez. Pero algo había de raro en esa atmósfera. Todo estaba inusitadamente tranquilo. En nuestro propio cuento faltaban los villanos y lo que no sabíamos es que llevaban tiempo siguiéndonos la pista. Así es que aunque tardaron en hacer su aparición, no faltaron a la cita.

No estaba solo, pero sí me sentía solo. Pese al grupo de increíbles y la aborigen, todo héroe necesita de un aliado incondicional. Y cuando ya no tenía esperanzas de encontrarle fue cuando le vi. Triste, solo y abandonado. Fue amor a primera vista. Me lo presentaron y lo tuve claro desde ese instante. Estábamos hechos el uno para el otro. Mi fiel compañero se unió a mi para dar un nuevo vuelco a la noche. Y, entre baile y baile, los acontecimientos seguían sucediendo y los personajes yendo y viniendo y la historia fluyendo y convirtiéndose en una tenebrosa paranoia…

Pero a las historias hay que ponerles un final… y mejor hacerlo antes de que salga el sol. Fue así que los villanos se quitaron sus máscaras y mostraron su lado más oscuro y desagradable, proponiendo un desenlace incierto para todos. Hubo quien sintió miedo, quien sintió desprecio, quien solo quería que todo aquello terminase…

Yo no. O, más bien, mi personaje no. Apoderado absolutamente y entregado a su voluntad, me crecí y di la cara. Quizás tontamente. Quizás innecesariamente. Quizás sólo por experimentar y darle emoción al momento. Era necesario poner freno a las fechorías. Supe bien lo que hacía, cómo lo hacía y dónde lo hacía. Nunca hubo peligro. Era consciente de que ya me había enfrentado con anterioridad a cosas peores y había salido airoso. Nada podía pasar. Y nada pasó…

Bueno sí, que finalmente los villanos recibieron su merecido y sus amenazas quedaron ahogadas por nuestro amigo el colectivero y las fuerzas públicas. Había vuelto a salir victorioso y una sonrisa de triunfo se dibujaba en mi cara. Se había vuelto a cumplir la profecía… y el cuento, como debe ser, acababa con final feliz.

Después de eso solo recuerdo el sol de mediodía golpeando mi cara tras el cristal. Todo aparecía en mi mente como una nebulosa, como un sueño, como un producto de mi imaginación… Mi personaje chulesco había desaparecido, apenas quedaba ya nada de él y eso me hizo pensar por un instante que quizás nunca ocurriera nada de lo que recordaba y que el cuento que creí vivir solo había sido una invención. Pero entonces le vi a él, durmiendo sobre mi regazo… mi fiel compañero seguía a mi lado. Entonces supe que todo fue real, que había merecido la pena y que jamás le abandonaría, de la misma forma a como él tampoco lo hizo en Cádiz, la ciudad Al-Andalus de las apariencias.

Ya sólo quedan seis ciudades por conquistar…

OFF…

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