viernes, 11 de marzo de 2011

OJOS QUE NOS VEN

imageON…

MPBlog:

Y una vez más ocurrió. Las luces de una casa deshabitada y sin vida se fueron apagando una a una, dejando en la penumbra de esas cuatro paredes todo un increíble conglomerado de vivencias y sentimientos. Las alianzas, los odios, el miedo, las confidencias, la pasión, las risas, la desesperación, el amor… todo se ha quedado encerrado en la casa de Guadalix, una casa que ya espera nuevos inquilinos que hagan resurgir el espíritu de Gran Hermano, que anoche dio por finalizada su duodécima edición (le pese a quien le pese, ahí es nada).

Cada vez me cuesta más hacer la crónica del final de GH. Siento que es innecesaria, absurda e inútil tanto para los que hayan seguido el programa como para los que no. Los que, como yo, lo hayan visto, no harán sino leer algo que ya han vivido. Por el contrario, los que no lo hayan visto, ni siquiera creo que hayan llegado hasta aquí leyendo. Pero bueno, como soy tío de tradiciones y liturgias, corresponde hacer el resumen correspondiente. Allá voy…

20 concursantes entraron en la casa hace 144 días (lo que la convierte junto a la del año pasado, en la edición más larga de la historia del programa en España) y hasta 22 llegaron a optar por el premio final que, una vez más, ha sido de 300000€. Cada uno con sus ideales, culturas, creencias, formas de ver y vivir la vida, intenciones, deseos u objetivos. El caso es que dos casas bien distintas les dieron la bienvenida en el ya lejano mes de octubre… y ahí empezó todo.

Chari se convirtió en la niña mimada por los 9 chicos y muy especialmente por Julio, cuyo flirteo dejando en evidencia a su novio Rubén (que se encontraba en la otra casa), le acompañaría durante todo su paso por el concurso, dentro y fuera de la casa. Los intercambios de habitantes entre las casas se sucedieron durante las primeras semanas con el objetivo de ir mezclando y desmezclando a los concursantes. Así fue como Julio se encontró con Flor y organizarían un espectáculo denigrante que les costaría la expulsión por parte de la organización del programa.

Tras la reunificación de ambas casas, Jhota dejaría de ser el boycolor, para convertirse en un miura debido al síndrome de abstinencia que crea el tabaco (cabe recordar que a partir de enero, la nueva ley anti-tabaco impidió emitir imágenes de los concursantes fumando así que se les dio acceso a un pequeño habitáculo para que fumaran fuera del objetivo de las cámaras) y acabó generando su propio grupo y provocando un enfrentamiento directo con el resto. La resistencia fue cayendo una semana tras otra hasta no quedar ni uno de ellos.

Este año no hubo ningún abandono voluntario, pero debido a la expulsión imagede Flor y Julio, sí entraron dos suplentes a ocupar su lugar: Pepa y Arturo. Como suele ocurrir con los suplentes (salvo la excepción de Judit, ganadora de GH9) poco duraron dentro. Lo que sí volvió a repetirse fue la repesca de concursantes, que en esta ocasión les dio una nueva oportunidad a Rubén y Yago. El primero, claro candidato a la victoria, no logró reponerse del lastre que le supuso Chari y terminó saliendo a las pocas semanas. Por su parte, Yago logró cambiar el rumbo de su estrategia, ‘engañar’ a sus compañeros y a la audiencia y asegurarse un puesto en la final, al ser capaz de esconder la cápsula del tiempo que Ángel había dejado un año antes en la casa. Quedar segundo fue, al mismo tiempo, su mejor premio y su mejor castigo.

También se volvió a repetir la prueba solidaria en la que uno de los concursantes (en este caso Marcelo) se desplazó hasta Camboya para zambullirse en las labores humanitarias que se están llevando a cabo allí. Y recibieron visita, la de un ¿japonés? campeón mundial de sumo con un corazón tan grande como su peso. ¿Animales? pues aparte de algún concursante incivilizado, este año solo tuvieron un caballo durante una semana. Un caballo en celo, irreverente y maleducado, que generó más de un vídeo desternillante. Me dejo a muchos concursantes en el tintero, pero es que ni Mireia, ni Eduardo, ni Julia, ni Anup, ni Catha, ni Lydia jugaron ningún tipo de papel destacable en esta edición. Se puede decir que pasaron sin pena ni gloria. Sí, mucho concursante-mueble y de relleno este año…

Pese a la crítica de un cásting mediocre y de una edición que ha estado floja en muchos aspectos, los casi cinco meses que ha durado esta edición han dejado grandes momentos para el recuerdo como los de Patricia hablando con el olivo milenario u organizando la Sí fiesta, No siesta. Tampoco nos olvidaremos de la discusión desbordante que provocó una nominación disciplinaria en Laura y Terry, del bellísimo montaje del templo maldito, del pasmoso (y predecible) cambio radical de Dámaso (que me perdonen todos, pero entró como seminarista y salió como locaza) o, por qué no decirlo, de las horas sin cámara de Marta y Joaquín, Chari y Rubén o Laura y Marcelo.

imageY es que, sin lugar a dudas, el protagonismo de esta edición ha sido para los ‘totitos’. La princesa de Parla y el malaguitas han sido el gran motor y generador de vídeos de esta edición que, todo sea dicho de paso, siempre se han basado en discusiones bastante enérgicas seguidas de reconciliaciones bastante pasionales. Laura rompió en directo con su novio, con el que llevaba 8-9 años y con el que tenía planes de boda, por vivir un romance con un chaval de 20 años (ella está próxima a la treintena) que desde el minuto uno le aseguró no estar enamorado y no ver futuro en esa relación fuera de la casa. Ella, haciendo caso omiso de estas palabras y lanzándose a la piscina escuchando sólo las ansias del corazón, se enamoró hasta las trancas sin remedio.

Enfrentada con muchos de sus compañeros y emocionalmente sola… Así ha salido Laura Campos de la casa de Gran Hermano… pero lo ha hecho como ganadora de la edición número 12. El maletín ha sido para ella con más de un 60% de los votos, mientras que su ‘noviete’ Marcelo se tuvo que conformar con una descafeinada tercera posición (y digo descafeinada porque se ganó la enemistad directa con todos y cada uno de los concursantes).

La treta para descubrir al ganador este año ha sido un panel en el que se descolgaban acróbatas ataviados con ropas iluminadas que reconstruyeron el nombre de Laura con sus cuerpos. Emocionada, ilusionada y arrepentida… así se vio a Laura tanto en esos últimos minutos de soledad eimagen la casa (privilegio solo de los ganadores) como en la entrevista posterior en plató con Mercedes. Que su padre fuera a recibirla fue quizá el mejor premio que pudieron darle a la nueva ganadora de GH.

La que no defraudó en absoluto fue su presentadora, Mercedes Milá. Durante estos meses, en los que ha sido vestida por jóvenes diseñadores españoles, ha demostrado su valía y profesionalidad, dejando claro que es parte esencial del engranaje del reality más conocido y veterano de la televisión. La final fue seguida por un 22,2% de la audiencia, el dato más bajo de todas las ediciones, pero muy por encima de la media de la cadena. Está claro que el panorama televisivo ha cambiado mucho en los últimos años, por lo que los datos cosechados más que datos siguen siendo datazos. Gran Hermano parece seguir en plena forma y se asegura una nueva edición que previsiblemente dará comienzo una vez finalice el verano, como viene siendo habitual.

Y poco o nada más que añadir porque, como ya dije antes, Gran Hermano no se vive para contarlo sino que se ve para vivirlo. Para evitar pillarse los dedos, este año no nos han dejado ningún cebo para la próxima edición que nos oriente hacia dónde podrían ir los tiros y la verdad que casi mejor así. Cuantos menos condicionantes y ataduras adopten, menos expectativas nos generan y menos promesas dejan sin cumplir después y así tienen más libertad de creación, innovación y  capacidad de sorpresa para captar la atención de los más de dos millones y medio de fieles seguidores que, pegados a la pantalla, disfrutamos viendo esa otra vida, que no es la suya ni la mía, sino la vida de todos.

OFF…

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