lunes, 16 de mayo de 2011

JYSH - DOS FUNERALES Y UNA COMUNION (T3, C4)

imageON…

MPBlog: wake me up before you go-go

Me siento como un desfigurado Hugh Grant en la eterna ‘Cuatro bodas y un funeral’ al que todo le pasa a un tiempo.

Si dejé de escribir es porque no tenía fuerzas ni ánimos para hacerlo. El viaje a Londres supuso un subidón de adrenalina con consecuencias inesperadas. El aterrizaje (y nunca mejor dicho) a la cotidianeidad fue de todo menos bonito.

Como si el escupitajo quisiera caérseme encima, desde que se me ocurrió decir que estamos todos separados no han dejado de sucederse momentos de reunión… obligada. Apenas cuatro días después de llegar de Inglaterra algo o alguien en mi mente me dijo que aprovechara los días de Semana Santa para visitar a mis padres. Aunque entre mis planes estaba un viaje a Madrid decidí dejarme llevar por el instinto y por esa voz interior que tan bien me aconseja…

Estaba malina. Al ver su cara supe que estaba donde tenía que estar. Me conoció, me habló y me sonrió. Sabía que sería la última vez que lo haría. Un nudo en el estómago de esos que no se olvidan jamás se me formó al verla salir de la habitación. Las lágrimas querían salir pero encontraron demasiados obstáculos a su paso para hacerlo… hasta que vi su mensaje.

Había sido un día duro, demasiado duro… pero aún quedaba una vuelta de tuerca más que dar. Al encender el facebook al llegar a casa me encontré conque Claudia me había escrito. Si bien es cierto que seguimos manteniendo un contacto esporádico, hacía tiempo que no sabía nada de ella de forma directa. No podía dejar de preguntarme… ¿Por qué justo en ese momento? ¿Acaso existen coincidencias tan potentes? Me comentaba en pocas líneas que se marchaba a vivir al extranjero (después de dejar el trabajo que hace menos de dos años me había arrebatado). Pero no sólo eso, me preguntaba que si por casualidad estaba en la ciudad, podíamos quedar para vernos. No lo podía creer, no lo quería creer… Fue entonces cuando cayeron las primeras lágrimas encerrado entre las cuatro paredes de mi habitación azul.

Al día siguiente nos vimos. Quedamos para cenar. El alcohol de las despreocupaciones, ese que últimamente corre por mis venas en mayor concentración que la propia sangre, nos hizo recordar. Hablamos de lo que nunca nos habíamos atrevido a hablar y compartimos lo que nunca habíamos llegado a compartir. El pasado quiso envolvernos en un halo de protección. Ambos, a las puertas de lo desconocido, volvíamos a tenernos enfrente… como si el tiempo no hubiera pasado desde aquella amarga despedida. En una misma noche reímos, nos peleamos, nos reconciliamos… Llovía de forma intermitente así que al verme sin paraguas me dijo que me acompañaba a casa. Nos parábamos cada poco, recorriendo juntos las mismas calles de siempre una vez más. El cálido amparo de sus brazos me hizo sentirme débil, insignificante, pero protegido… Al hacerme consciente de la pérdida me derrumbé y estallé a llorar. Mis lágrimas se fundían con la lluvia y mis labios con los suyos. Y aunque se tratase de nuevo de una despedida, los dos volvimos a ser uno en ese momento.

Me vestí de negro por y para ella. Me miré al espejo y me di cuenta de lo guapo que estaba. Sólo el abrazo de Olaya en el tanatorio fue capaz de reconfortarme. Afuera hacía un buen día de primavera. No hay nada más bello que el tierno y suave sol de primavera para despedirse de alguien… Pedro y yo, con Loli en medio. Nunca había sentido tan fuerte la unión de la sangre como en ese momento.

Y casi sin darme cuenta todo había pasado. Volvía a estar lejos de casa, trabajando y esperando a Tania. Sí, la chica con la que algún día veré el atardecer desde el muelle.

Ya lo intuía y mis peores presagios se hicieron realidad. Poco duró la calma. Apenas quince días más tarde, una llamada de Loli mientras me dirigía a la playa, me puso en alerta. 24 horas más tarde, volvía a poner rumbo a casa.

Me vestí de negro, me miré al espejo y me volví a dar cuenta de lo guapo que estaba. Cuando vi los ojos de Susi y Yoli tras los cristales oscuros de las gafas supe que estaba donde tenía que estar. A mis 27 años, no quiero ni imaginarme en la misma situación. Por ello que sentarme al lado de mi padre Luis en el banco de la iglesia, fue todo un regalo en ese momento. Volví a sentir fuerte la unión de la sangre.

Y casi sin darme cuenta todo había pasado. El luto apenas duró una semana antes de que todos nos volviéramos a reunir para la comunión del hermano pequeño de Jose. Como si nada hubiera pasado, comimos y bebimos a destajo, hartándonos de reír y celebrar quién sabe qué cuando no hay nada por lo que brindar. Al menos estábamos juntos.

Y casi sin darme cuenta todo había pasado. Volvía a estar lejos de casa, trabajando y esperando a Tania. Sí, la chica con la que algún día pasearé en barca en ese parque.

Soy de los que piensan que las cosas no suceden porque sí. Por eso creo en los aires de renovación que tanta falta nos hacían y nos hacen a todos. El proceso de cambio se ha iniciado una vez más y no hay que demorarlo. Pero antes, hay heridas que tienen que cerrarse. Ayer tarde, al encender el ordenador, ahí estaba ella conectada. Fue entonces cuando me di cuenta de que las coincidencias potentes existen. Una conversación, un viaje, un reencuentro… Blanca también ha vuelto a mi vida.

OFF…

No hay comentarios: