domingo, 31 de julio de 2011

JYSH - LA SEMANA DE LAS SORPRESAS (T3, C8)

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MPBlog: wake me up before you gogo

Las cosas ocurren cuando menos te lo esperas.

Esta máxima del positivismo y la despreocupación se cumple con una probabilidad igual o más alta que la ley de Murphy. Dicho de otra forma, el que espera, desespera y es por ello que vale más dejarse sorprender por los acontecimientos. He ahí la clave, la capacidad de sorprenderse…

Estaba el miércoles sentado en la mesa de la oficina como cada día en lo que aparentemente sería una semana más de verano. Mi único pensamiento se situaba en el fin de semana, en la playa y en la correspondiente botella de ron Almirante (¿qué, si no?).

Después de mirar la hora en el reloj de pulsera y en el del ordenador, cogí el móvil con el único propósito de corroborarla por triplicado. Un mensaje rompía la monotonía matutina. Tras leerlo, todo daría un vuelco:

Martes 26: 17.00h salir del hospital, 19.30h hacer la maleta, 20.30h autobús. Miércoles 27: + d 12 horas n karretera y sin dormir, xo lo prometido s deuda: ESTAMOS ALLÍ.

¿Allí? ¿Dónde? El mensaje de Olaya me había dejado boquiabierto. Se suponía que ella y Susi se iban de vacaciones a Lanzarote… o eso me había dicho Olaya dos días antes. Salí corriendo de la oficina y las llamé. Imaginaos mi cara de gilipollas cuando Olaya me dijo que estaban a menos de una manzana de donde yo estaba. Sin poder contener la alegría me puse a dar gritos y saltos en la calle como un energúmeno.

¡No lo podía creer! ¡Olaya! La visita sorpresa me recordó al cumpleaños inesperado del año pasado y mis ganas de darle un abrazo empezaron a convertirse en una necesidad irrefrenable. Pero, haciendo uso de una profesionalidad innata en mí, aguanté estoicamente las 3 horas que aun me quedaban en la oficina.

Cuando la vi, se me iluminó la cara y a ella también. Mi pequeña Olaya… ¡de nuevo juntos después de tantos meses sin vernos! Aquello era el mejor regalo que podían haberme dado y más después de todo lo ocurrido días atrás. Os cuento…

El caso es que Antía ya se ha convertido casi sin quererlo en la auténtica protagonista de mi verano. Tras la noche de la discoteca se han venido sucediendo toda una serie de episodios que nos traen en un tira y afloja poco saludable. Si bien decir que estamos enganchados todo el día al whatsapp es decir poco, lo cierto es que hay algo en ella que no acaba de convencerme. Y no, no me refiero a lo bonita que es, ni al cariño que recibo o a todo lo que me hace reír. No, el problema con ella es otro. Al estar a 90km de distancia, veo a Antía mucho menos de lo que me gustaría. De hecho, la veo mucho menos de lo que podríamos. Siempre parece estar ocupada o tener mejores planes que los que yo le propongo, así que he llegado a la conclusión de que sus ganas de verme no son realmente tales.

Y es que, si bien no tengo nada que reprocharle ni exigirle a una persona que conozco desde hace apenas un mes, sí que noto un desequilibrio evidente entre sus palabras y sus actos. Todo lo que me dice es precioso y adulador, pero no hace absolutamente nada que me haga creer esas palabras. Y ya se sabe que hechos son amores y no buenas razones…

Después de mucho insistirle en que me dejara claro lo que quería y sentía, logré que viniera a verme. Era un jueves noche y, como dos tontos, nos fuimos a la playa. Me encantó lo tonto y romántico del plan y fue allí donde empezamos a conocernos realmente, a hablar, a beber, a besarnos,… el recuerdo de aquella noche también será difícil de olvidar y más aun por la anécdota de que perdí el móvil en la arena y no nos quedó otra que volver en su búsqueda (¡y sí, lo encontramos!).

Pero parece que en eso ha quedado todo porque, aunque nos volvimos a ver en un par de ocasiones más, la magia de la llama que nos otorgó san juan parece haberse ido consumiendo sin remedio. Es extraño en mí, porque no suelo ilusionarme con demasiada facilidad, pero con Antía quise intentar volver a tener la sensación de ese ‘amor puro de verano’ de la juventud. Sin embargo, me doy cuenta de que los años no perdonan a nadie…

Y no, no me enrollo más… Si decía que la visita de Olaya llegaba en el mejor de los momentos fue porque Antía me había expresado su no-intención de hacer planes conmigo durante ese fin de semana (para variar). Pero claro, la presencia de Olaya cambió radicalmente mi pesimismo. Mi cabeza dejó de pensar en Antía para centrarse totalmente en mi amiga.

Lo que yo no sabía es que su sorpresa sería sólo el comienzo de toda una serie de confluencias que a punto estaban de ponerlo TODO patas arriba.

Así fue que, al día siguiente, Loli me dio la noticia de que ella y mi padre habían decidido alquilar un apartamento para bajar a verme y pasar cerca de mí las vacaciones. Parecía que se hubiesen puesto todos de acuerdo. Primero Olaya, ahora ellos… No podía ser cierto que siguiera esa buena racha.

En efecto, aquel jueves después de ir a la playa con Olaya y ponernos al día de nuestras cosas, hablé con Antía. Terminamos medio enfadaos por lo de siempre. Cuando, echo una furia, me iba a ir a la cama, Catalina se acercó a mi habitación y me confesó que Antía había hablado con ella y que su intención era venir a verme por sorpresa. Me sentí un completo idiota en ese momento, pero ya no sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Algo no me cerraba en todo esto. Descubrir qué había de verdad y qué de mentira en Antía comenzó a ser en ese momento mi única obsesión. Indignado con el mundo me acosté…

… a las 7 de la mañana del viernes empezó a sonarme el móvil. Muy pronto para ser el despertador. Era Antía. Venía de estar de fiesta con sus amigas. Quería verme. Creer o reventar, pensé… Así que fui a buscarla a la parada de tren. Allí se entretuvo hablando con una señora y su perro y, nada más llegar al piso,  cayó rendida en la cama y se quedó dormida a mi lado como una niña. En el fondo, eso es lo que es, una niña.

Así fue como el finde típico sin expectativas se reconvirtió en un intenso finde acompañado por mi mejor amiga y por la chica que ahora mismo ocupa mis pensamientos. Muy mal lo pasé hoy domingo cuando, temprano por la mañana, me tuve que despedir de Olaya y Susi en la estación sin saber cuándo volveremos a vernos. Y más duro se me hizo despedirme de Antía un poco más tarde y bajo un sol de justicia porque, después de más de 48 horas juntos, creo haberlo entendido todo aunque ella no me haya dicho nada. Ojalá me equivoque…

Y, aunque hubiera sido suficiente con lo sucedido hasta aquí, la semana de las sorpresas aun se guardaba un último derechazo que me ha dejado K.O. Hace apenas unos minutos que he recibido un mail de Jose. Casi no hemos vuelto a hablar desde el viaje a Londres y pensé que querría contarme novedades sobre su actual vida en Alemania. No di crédito cuando leí cuál ha sido el principal motivo que le ha llevado a escribirme. Jose, consciente de la mala situación laboral en España y de que mi contrato finaliza en unas semanas, me ha dicho que en su empresa están buscando españoles para el departamento de financiera y recursos humanos, que si me interesa que le envíe el currículum. Lo primero que se me ha pasado por la cabeza es que es una locura. ¿Yo, en Alemania? ¡Si ni siquiera sé alemán! Pero a medida que escribo esto y las ideas quedan plasmadas la locura parece no serlo tanto… ¿Y si fuera este el camino definitivo que llevo buscando durante los últimos tres años?

Lo que parecía ser una semana más del verano, se ha convertido en un auténtico detonante del cambio. Me siento como formando parte de una novela de Agatha Christie, en una peli de Hitchcock en la que el misterio y el suspense se mantienen hasta la última línea del guión. Es imposible saber lo que pasará a partir de ahora. Todo, ABSOLUTAMENTE TODO está en el aire…

OFF…

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