martes, 1 de septiembre de 2009

MÁS ALLÁ DEL HORIZONTE

ON...

No se puede aprovechar mejor el tiempo y, si se puede, no se puede recordar de una manera tan especial.

Hace aproximadamente un año que hice referencia al que designé como el verano de mi vida. Líbreme Dios de retractarme de mis palabras, pues lo que en él se vivió realmente cambió el rumbo de tantas y tantas cosas, que aún ostenta y ostentará por mucho tiempo, el aclamado título.

Ahora bien, hasta los mejores inventos se pueden ir perfeccionando. Y si no, que se lo digan a los de la Coca-Cola cuando les prohibieron echar determinadas sustancias a la famosa bebida y vieron cómo la fórmula del éxito se les podía venir abajo.

Algo así han sido mis últimos dos meses. Pensé que se convertiría en una especie de repetición de lo vivido en 2008, pero en realidad se convirtió en una evolución, una mejoría en casi todo lo que disfruté entonces. Nada más acabar mis exámenes disfruté del espectáculo del Cirque du Soleil junto a la mejor de las compañías y ya antes de acabar la primera semana de julio había vuelto a Alemania, ese país que por varias razones se ha convertido en algo tan especial para mí. Pero esta vez no fui a una 'ciudad de provincia' como Bochum sino a la gran urbe llamada aquí/allí München y allí/aquí Múnich. Los recuerdos de Westfalia no desaparecerán jamás, pero la experiencia bávara me ha dejado momentos irrepetibles, gente inmejorable (me perdonen los demás pero sólo haré alusión a los geniales Carlos y Carlota, amén de mi compañera de fatigas, A Lo), lugares de cuento, fiestas de comedia y una larguísima lista de anécdotas.

Mi vuelta a España me llevó a la casa de la playa, donde me despedí del lugar donde he pasado varios veranos con mi familia. Desde allí comenzó una nueva despedida, la de mi tierrina. Un tour en bicicleta por la costa asturiana se convirtió en la aventura del verano. Cada pedalada, cada pueblo, cada playa, cada rincón, cada foto, cada palabra, cada... todo se ha convertido ya en el símbolo de una de las mejores etapas de mi vida. Si hay una palabra para definir todo esto no es otra que GRACIAS.

Apenas una semana para reposar en mi ciudad natal y volver a ver, oir, oler y sentir todo aquello que he visto, oido, olido y sentido cientos de veces, pero que ya no podré hacer en una temporada. Ir al cine, a cenar por ahí, a comprar, a tomar sidra,... todo resultó especial y único, tan único que me quedan varias noches para el recuerdo, de esas que marcan un antes y un después. Mi vida había dado un paso adelante; en este caso, pequeño para la humanidad, grande para el hombre.

Pero como buen culo inquieto todavía me quedaba volver a Italia. En este caso Milán, Venecia y Florencia fueron los destinos. Sólo diré una palabra, que no ha de entenderse en el sentido literal sino todo lo contrario: DECEPCIONANTE, ^^

Y antes de lanzarme al vacío, de tirarme a los tiburones o vete a saber tú qué, aún me quedaba un día. Por supuesto, por si no os habíais dado cuenta, lo exprimí al máximo. Fue el día de las despedidas. La nostalgia fluía en mi torrente sanguíneo desde las 7 de la mañana y fue in crescendo por cada hasta pronto que salía de mi boca, hasta que se desbordó como un río caudaloso al celebrar el cumpleaños. Había llegado el momento de saltar y aunque el miedo y la duda apenas me dejaban pensar con normalidad, ya no había marcha atrás. La maquinaria se había puesto en marcha y a mí sólo me quedaba dejar todo en manos del destino, con la alegría de saber que lo vivido no es que mereciera la pena, sino que fue la ostia, con la ilusión de enfrentarme a lo desconocido y con la esperanza de que lo bueno permanezca por mucho tiempo.

Estoy en el umbral de la puerta, en el punto de inflexión, en la dimensión intermedia. Ahora mismo sólo hay un folio en blanco delante de mí. Por primera vez en mi vida, YO elijo qué pinto más allá del horizonte.

OFF...

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