sábado, 22 de noviembre de 2008

LA MESA ESTÁ PUESTA

ON...


Los seres humanos en general y los españoles en particular tenemos la curiosa costumbre de celebrar algunos de los eventos más importantes de nuestra vida sentados en torno a una mesa.

La Navidad la celebramos con copiosas comidas familiares, las bodas con distinguidos banquetes, los entierros con recogidos almuerzos, los aniversarios con cenas en pareja con velas y música romántica, los encuentros y reencuentros populares con espichas, los acuerdos con comidas de negocios, los momentos más dulces con desayunos servidos en la cama y los cumpleaños con reuniones más o menos heterogéneas.

Hace ya unos meses que Antena 3 nos ofrece a eso de las 20.15h 'Ven a cenar conmigo', un formato que ha sido adaptado a muchos países del exitoso 'Come dine with me'. Se trata de un concurso en el que cada semana todo el equipo del programa se desplaza hasta una ciudad de la geografía española para grabar las cenas de un grupo de individuos que no se conocen entre sí.

La gracia del programa está en que cada día de la semana es uno de los concursantes el que ha de encargarse de preparar la cena para el resto de compañeros/contrincantes y de todo lo que eso conlleva: hacer la compra, tener la casa en buenas condiciones, elaborar un menú que guste y que no sea muy caro, agradar a los invitados. En definitiva, tal y como lo designan en el propio programa, convertirse en el mejor anfitrión de todos.

Tras cada una de las veladas, el resto de los compañeros puntúa al anfitrión correspondiente y aquel que acumule la media de notas mayor es el que se proclama al final de la semana como ganador y se embolsa a su cuenta la nada despreciable cantidad de 6000€.

Está claro que en el programa influyen la mayor parte de las veces muchas mas cosas que la comida que pongas o lo simpático que seas. Y es que 'Ven a cenar conmigo' es todo un juego de estrategia, en el que el más listo de todos los aspirantes, el que sabe establecer correctamente sus alianzas y puntúa a sus compañeros con astucia, tiene más posibilidades de alzarse con la victoria y llevarse el premio.

¿Y cómo es que un programa tan aparentemente simple ha logrado tan buenos resultados en las televisiones internacionales (aunque no tanto en la nuestra)? Pues porque quien lo creó sabía bien que en torno, encima, debajo o detrás de una mesa pueden ocurrir tantas cosas...

...Pero dejadme que me explique.

Para mí hay muchas cenas especiales a lo largo del año, pero sí es cierto que tengo especial debilidad por dos de ellas: la del día de Nochebuena y la de mi cumpleaños. Dejando lo de Nochebuena para otro momento (no queramos adelantar la Navidad en exceso), si echo la vista atrás me doy cuenta que los cumpleaños son capaces de reunir una muestra de lo que hemos sido y lo que somos. En ellos se congregan personas que en muchos casos presentan un único punto de unión en común: la persona a la que le toca apagar las velas de la tarta. Además de enseñarnos en qué punto nos encontramos, estos encuentros permiten recordar los mejores momentos pasados y darnos cuenta de cuánto cambian las cosas en un año.

Las fotos de tales reuniones demuestran que siempre hay gente nueva que aparece en la vida de cada uno, otra que desaparece, otros que vuelven a aparecer... Los que faltan, los que están ausentes, los que están sin estar, los que quisieran estar pero no pueden, los que están lejos pero se dejan sentir, los que dejaron un hueco irremplazable... todos.

Sí, los espejos han dejado de ser para mí la mejor forma de reflejarnos. Y es que los cumpleaños son capaces de recoger tantos elementos propios y únicos de las personas... la ropa, los peinados, quién se sienta al lado de quién, los regalos, la comida, el lugar, las conversaciones... todo ello deja huella, como un fósil que año tras año gana un nuevo surco o matiz y se va perfilando a sí mismo.

Curiosamente y sin haberlo planeado, este año se han sentado a la mesa los más claros y representativos ejemplos de todas las etapas de mi particular fosilización:

El amigo de la infancia. Ese que conoces de siempre y con el que has compartido algunos de los mejores momentos de la vida. Ese que esperas tener siempre cerca, que te entiende, te respeta y te comprende. Ese que está dispuesto a echarte una mano pase lo que pase, ocurra lo que ocurra y por mucho que cambien las cosas.

El diamante de la juventud. Ese que trajo nuevos aires a tu vida, con el que descubriste tus ideales y forjaste tu carácter, con el que puedes hablar horas y horas sin cansarte. Ese que no te cuestiona, que te valora, que está orgulloso de haberte conocido. Con él pasaste de etapa y te demostró que aún queda mucho por delante, que las cosas se afrontan con una sonrisa, con la sonrisa del niño que todo llevamos dentro, ese que nunca debemos abandonar.

El gran hallazgo de la universidad. Ese que conociste de forma fortuita, por quien mereció la pena seguir estudiando y cuyas vidas estaban destinadas a cruzarse. Ese con el que aprendiste a reír y llorar de verdad, que te escucha, te apoya y te anima incluso aunque esté peor. Ese que confía en ti ciegamente, que no tiene miedo en decirte las cosas claras pero que siempre tiene un minuto para dedicarte. Ese que te conoce mejor que nadie y que sabe de ti más que nadie.

El compañero de fatigas. Ese que está contigo día a día, que te soporta tus quejas y te aguanta tus impertinencias. Ese que que te hace la rutina un poco más amable, que sabe de tus miedos, alegrías y obsesiones cotidianas. Ese que te da los buenos días cuando aún tienes los ojos cerrados, que toma el café contigo cada mañana y con el que compartes las duras jornadas de trabajo. Ese que no te caía muy allá al principio y sin el que ahora no concibes las semanas, demostrándote que a las personas hay que conocerlas para poder juzgarlas.

Y, cómo no, la familia. Ese núcleo en el que creciste y aprendiste unos valores. Que conocen tus manías, tus gustos, tus éxitos y tus fracasos. Que te aconsejan, te riñen, que no se ríen si tus bromas no tienen gracia, pero que no dudarían de ti ni un solo instante. Esos para el que siempre serás el mejor, que te echarán de menos cuando te vayas. Esos que nunca te olvidarán.

Cada uno, a su manera, me ha traído hasta hoy como lo que soy, no me cabe la menor duda. ¿Brindaremos entonces por los años cumplidos, no? No, creo que no. Brindemos mejor por aquéllos que se sentaron a la mesa, porque sin ellos... sin ellos nunca hubiera habido un brindis.

OFF...

2 comentarios:

Javi dijo...

Plas plas plas plas plas!!!!

Vaya entrada macho, lo clavaste!!! Me ha molao mucho leer la descripción que haces de todas esas "personas-modelo".

Es curioso lo del paso del tiempo, lo del cambio de las cosas, en fin... es curioso lo que la vida nos da a cada uno. Y es curioso ver todo con cierta perspectiva cuando va pasando el tiempo...

Anónimo dijo...

Cómo molaaaaaaaaa!!!! lalalala :-D, yo se d alguien k se va superfeliz a ver GH...