Y volvió a ocurrir. Al igual que en las diez ediciones anteriores, Gran Hermano 11 llegó anoche a su fin tras 144 días de convivencia (la más larga en la historia del programa en España). Por su parte, hoy se cumplen 150 días de 'mi otra vida', así que puede decirse que el recorrido de ambas experiencias es paralelo. Tan paralelo que es casi coincidente, pues no me imagino la una sin la otra en estos últimos 5 meses que se han pasado como un suspiro.
Anunciaba entonces mi cambio de aires como un nuevo horizonte a descubrir y la undécima edición del reality (España vuelve a ser el primer país del mundo en alcanzar esta cifra) que cada año me hace vibrar como una nueva era totalmente desconocida. Hoy, ese horizonte ya es familiar para mí y GH11 un buen recuerdo que ya empiezo a echar de menos.
Nunca creí poder escribir esto hoy. Seguir la edición a casi 2000km de la casa de Guadalix no ha sido del todo fácil, siempre me enteraba de algo que había ocurrido en la gala de los jueves que estropeaba, en cierto modo, la emoción de verlo. Bien fuese el traje de fruta o verdura de Mercedes Milá, el expulsado o los nominados de la semana, la polémica generada en plató... Es difícil mantenerse al margen de un programa que genera tanta expectación y movimiento en los medios, así que aunque viera la gala sólo con 24 horas de retardo, me ha resultado complicado mantener la pureza del formato cuando se disfruta en directo.
Pero GH tiene tanta fuerza y tanta magia, que ayer ocurrió lo que tenía que pasar. Apenas 15 minutos antes de empezar la gran final y cuando yo ya tenía asumido que sería hoy y no ayer cuando podría verla a través de la web de Telecinco y que probablemente me enterara sin querer del ganador o ganadora antes de tiempo, hablaba con una amiga que preparaba como cada año la cena en compañía de su chico para sentarse a disfrutar de la velada. Así es como le gusta a Mercedes, las reuniones de familiares y amigos que se juntan esa noche como si de algo especial se tratara. Estaba claro que ese no sería mi caso este año, ¿o sí?
Un arranque de inspiración me hizo buscar en la red alguna forma de poder ver online y en directo la final y, cuando ya lo estaba dando por perdido... lo encontré: ahí estaba, una pequeña ventana mostrando anuncios me ponía los pelos de punta al pensar que sí, que un año más sería uno de los más de 4 millones y medio de personas (que se tradujo en un increíble 29,5% de share) que vivieron con intensidad anoche cómo Ángel se alzaba con la victoria y el maletín de 350000€ gracias al 78,5% de los votos de la audiencia votante del reality. Mientras tanto, las ferrolanas madre e hija, Pilarita y Saray, se tuvieron que conformar con la tercera y segunda plaza, respectivamente. Sigue estando claro, en lugar de mostrar el desgaste natural de otros programas, el formato posee una fortaleza, unos seguidores y un poder de convocatoria envidiables.
Y si pensaba sentirme solo viendo la final, también me equivocaba. Apoyos por el Facebook, conversaciones por el MSN comentando la jugada, mensajes en Tuenti y SMS al móvil de aquellos que pensaban que no la estaba siguiendo. Todos saben que para mí GH es algo más que un mero programa de televisión y nadie quiso faltar a la cita. Había prometido que rodarían cabezas si alguien me desvelaba algo, pero al final supe adelantarme a todo y a todos.
Secretos que guardar, espías y apuestas, trasvases de una a otra casa, abandono y amenaza (el de Lis), expulsiones por parte de la organización (Gonzalo e Indhira), nuevas incorporaciones (Gerardo, Carol y Carolina), unificación, repescas (las de Siscu, Pilarita y Carol), intercambio (Gerardo y Saray al Grande Fratello italiano), viajes solidarios (Ángel a Perú), disputas, nuevas formas de nominación, visita de una tribu de Papúa Guinea, fiestas en el ecologic bar y sexo, mucho sexo con el delfín-tiburón de Arturo como protagonista son algunos de los entresijos que ha tenido esta edición. Y Mercedes, en defensa a la dieta mediterránea, tuneada cada semana representando una fruta o verdura.
Si hay que decirlo todo, lo cierto es que la final de ayer no fue todo lo impresionante que me hubiera gustado. Faltó el confeti, el humo, las bengalas, la salida a lo grande de la casa de los finalistas y algo de espectacularidad en el momento de desvelar al ganador (el hecho de que Ángel se adelantara al levantar el maletín dejó la escena culmen de la noche un poco 'in albis'). Pero de todas formas, momentazos como el vídeo de las ordinarieces de Mercedes tras la cámara, el morreo con Gonzalo, el pasotismo del marido de Pilarita o la última bronca en la casa entre Ángel y Saray al ver sus comentarios en el confesionario hicieron de la gran final algo irrepetible.
Mercedes Milá nos emplazó también para el debate final de esta noche con todos los concursantes y para la próxima edición del concurso, en la que se anuncia una 4ª dimensión muy prometedora.
Y al final, de la misma manera como vino, se va. Nos olvidamos de las anécdotas, de las broncas, de las pruebas, de los finalistas, de la casa e incluso de sus nombres. Otros llegarán para reemplazarlos y ocuparán ese mismo lugar. GH nos muestra lo crudo, banal, efímero, cínico y déspota que es nuestro mundo, pero nos hace creer que durante los tres, cuatro, cinco o los meses que sean que llegue a durar este programa en el futuro, fueron especiales y únicos. Que lo que allí se vivió mereció la pena. Para los de dentro... pero también para los de fuera.
Las puertas de la casa se han cerrado una vez más, pero a lo lejos ya se atisba un pequeño rayo de luz que sale de una puerta entreabierta. Al otro lado... Gran Hermano 12, y yo ansioso por ver lo que se esconde tras ella. No me lo perdería por nada del mundo.
OFF...
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