lunes, 15 de septiembre de 2008

CAMINO A LA FELICIDAD

ON...


Anoche arrancó (y nunca mejor dicho) la nueva apuesta de telerrealidad en Cuatro, Pekín Express. El programa, presentado por la siempre brillante Paula Vázquez, consiste básicamente en una competición de 10 parejas por ser las primeras en recorrer los 10000 km que separan la frontera europea de Rusia (Pskv) de Pekín. La travesía está dividida en unas 13 etapas, en cada una de las cuales es eliminada la pareja que más tarde llegue al punto de control fijado por la organización. Además, a mitad de cada etapa se realiza una prueba de inmunidad, en la que la pareja ganadora se asegura la permanencia en el concurso aunque llegue la última al mencionado punto de control.

Para todo ello disponen de una mochila con el equipamiento básico, un mapa, unas tarjetas con mensajes útiles para comunicarse en los países que han de atravesar y 1€ por persona y día que han de utilizar exclusivamente para comprar comida, pues el alojamiento y el transporte han de conseguirlo apelando a la buena voluntad de los lugareños.

El programa de ayer cosechó un gran 11 y pico de share, aunque quizás algo menos de lo que se esperaba para el programa. Además, la próxima semana se verá las caras con el estreno de Gran Hermano X (¡Sí, por fin, se ha desvelado la fecha de estreno!) por lo que habrá que esperar a ver la evolución del formato.

De momento me resultó una forma entretenida de pasar la cruda noche del domingo, que suele anticipar el comienzo de una nueva, larga y pesada semana. Decir a día de hoy que un programa te resulta entretenido no es poco. Es cierto que no puedo decir que me hayan sorprendido lo más mínimo ni las reglas, ni los concursantes, ni la producción... quizás sea verdad lo de aquéllos que dicen que en el género del reality está todo visto. Sin embargo, recalco la importancia de ser un programa que se deja ver. ¡Cuántos programas hay en la televisión actual que tras verlos cinco minutos sientes un deseo irrefrenable de estrellar la televisión contra el suelo!

Pues este no es el caso de Pekín Express. Hasta mi padre, que odia por sistema cualquier tipo de reality o concurso que no sea de tipo cultural, levantaba la vista del ordenador de vez en cuando para ver cómo se las apañaban las parejas participantes.

Pekín Express dura justo unas dos horas, por lo que no se hace pesado en absoluto, muestra (aunque fugazmente) los lugares más representativos de las ciudades incluidas en la ruta de viaje, te permite aprender algunas palabras básicas de otros idiomas e incluso permite ver la naturaleza más baja del ser humano, como la demostrada ayer por uno de los concursantes que, a pesar de estar aprovechándose de la hospitalidad de una familia que le ofreció alojamiento, se permitió el lujo de robar comida delante de las cámaras sin la menor de las preocupaciones. Puede que las normas del programa no reflejen ningún tipo de sanción frente a este tipo de actos, pero tampoco es que la actitud diga mucho a favor de este concursante.

Ahora bien, si el programa se merece una entrada en el blog es por cuánto me llamó la atención el estilo de vida de muchas de las familias allí y que te hace replantearte tantas y tantas cosas del ritmo actual de nuestra sociedad. Las casas eran minúsculas, sucias, sin apenas agua corriente, con bidones para lavarse, cocinas primitivas y, sin embargo, sus habitantes tenían una sonrisa en la cara.

Una de las mujeres que dio cobijo a una pareja de concursantes era madre de 10 hijos y decía algo así como: no tenemos casi dinero, nos da sólo para comer y vestir, pero estamos todos bien, así que somos felices.

Y mientras, los demás nos pasamos el día entero quejándonos buscando esa supuesta felicidad, cuando otros son capaces de encontrarla en las pequeñas cosas de cada día.

¿Qué es la felicidad? Yo ya no me esfuerzo en tratar de explicármelo, trato de sentirla en cada cosa que hago. Y aunque no siempre lo consiga, sé que al menos lo he intentado. Y con eso... con eso me basta... con eso soy feliz.

OFF...

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