domingo, 14 de febrero de 2010

EL REPARADOR DE CORAZONES


Hace ya algún tiempo que encontré por la red de redes la historia que os ofrezco a continuación. Hoy no es un 14 de febrero como otro cualquiera y, por lo tanto, tampoco debía de serlo la entrada del blog que lo acompañara, así que me permito el lujo de saltarme el protocolo televisivo por algo, digamos, más literario.

No sé si el escrito tiene copyright o algún tipo de restricción en su difusión (espero que no), pero si su autor algún día lo encontrase en esta página expuesto, espero que se sienta orgulloso de su 'creación', pues a mí logró removerme por dentro la primera vez que lo leí y aun hoy logra ponerme los pelos de punta si ahondo en su significado. Reitero que NO es, en ningún caso, un relato propio y no tengo ningún tipo de interés en atribuírmelo como tal. Los curiosos e interesados lo podréis hallar fácilmente si consultáis al Sr. Google. Sin embargo, y aunque no suela utilizar material que no provenga estrictamente de mí mismo, me pareció que hoy era el día oportuno para compartirlo con todos aquéllos que por casualidad o por propia voluntad llegáis hasta aquí. Yo no habría podido expresar mejor lo que en él se dice, así que aquí os lo dejo para que juzguéis por vosotros mismos. 

Para los que estáis enamorados, para los que no, para los que algún día lo estuvistéis, para los que aún no sabéis lo que es el amor... ¿Feliz día de San Valentín?


- ¿Qué me sucede?- preguntó el paciente al prestigioso reparador de corazones.

- Si un corazón se rompe, puedo coserlo, si se ha tornado negro, simplemente lo limpio. Puedo hacer que los corazones que se han vuelto de piedra vuelvan a reblandecerse y reconstituir aquéllos que se han consumido. Pero esto…esto es algo con lo que no se lidia todos los días- respondió el singular cardiólogo mientras extendía su mano izquierda sobre el hombro del paciente y la derecha cerraba con una llave dorada su cavidad torácica.

- ¿De qué está hablando doctor?- respondió el joven al tiempo que se abrochaba la camisa.

- ¿Oye ese zumbido?- preguntó el reparador de corazones mientras cedía su endoscopio al sorprendido muchacho. Un extraño sonido parecía provenir del interior de su pecho.

- Son un enjambre de alfileres clavados en tu corazón, luchando ferozmente por alcanzar el núcleo del órgano. He ahí el problema. Alguien te los ha introducido ahí y hasta que no logres arrancarlos, no podrás acercarte a alguien porque corres el riesgo de clavárselos o clavártelos a ti mismo aún más profundamente.


- ¿Y tiene alguna cura?

- La soledad. Durante un tiempo, evite exponer su corazón a estímulos externos que puedan perjudicarle a largo plazo.

- ¿Está sugiriendo que evite enamorarme?- susurró asustado el paciente, mientras cogía del escritorio del reparador de corazones la llave dorada que habría la puerta al suyo.

- Todo el mundo da por hecho que la soledad es algo impuesto, cuando para muchos es una elección- el médico suavizó el tono de su voz. P
iense que a pesar de lo que mucha gente cree, la soledad no es necesariamente una enfermedad; ni la compañía, un bálsamo milagroso que la prevenga. No sugiero que se mantenga solo para siempre, eso sería estúpido, únicamente por un breve período de tiempo. Emplee ese período en reflexionar y tratar de conocerse mejor. Verá como los alfileres se desprenderán solos de su corazón y las heridas cicatrizarán, hasta que un día vuelva a estar en condiciones de arriesgarse a que alguien vuelva a utilizar su corazón de alfiletero.

- No suena muy alentador…

- El tejido de su corazón se habrá endurecido y la próxima vez que unos alfileres quieran acceder a él, lo tendrán más complicado.

1 comentario:

Unknown dijo...

El tejido de su corazón se habrá endurecido y la próxima vez que unos alfileres quieran acceder a él, lo tendrán más complicado.

muy profunda esta ultima frase...