martes, 23 de febrero de 2010

JYSH - EL REENCUENTRO (T2, C1)

ON...


Joder, ¡qué difícil es empezar de nuevo! Y vaya día que he escogido además: 23F, día para la memoria histórica de nuestro país, en el que el Teniente Coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero dio un golpe de Estado fallido en el mismo Congreso de los Diputados y durante la sesión de votación y elección de Calvo Sotelo como Presidente. Hoy hace 29 años ya de eso. Por aquel entonces yo aún ni existía...

Divago sobre política barata porque no sé muy bien qué es lo que quiero o tengo que escribir. Después de más de medio año ausente, se pierde la costumbre.

La verdad es que todavía no tengo claro por qué vuelvo a ventilar mi vida en este puto blog. No había vuelto a entrar desde que me marché a Brasil y lo tengo que decir, cada entrada da más asco que la anterior. Quizás ahí está la razón de por qué estoy aquí, para meterle un poco de caña a esto, a ver si así la gente puede leer algo sin dormirse antes de llegar a la cuarta línea. Y bueno, por qué no decirlo también, porque lo echaba de menos.

Vamos a ver... ¿dónde coño lo habíamos dejado? porque tengo muchas cosas que aclarar a mi legión de tias buenas seguidores...

A pesar de lo que muchos piensan (cuánto le gusta a la peña rajar por detrás) no me quedé metido en mi casa encerrado 6 meses avergonzado de haber perdido el trabajo. No. Tal y como conté aquel ya lejano día de julio (borraría ese post de no ser porque el cabrón del administrador de este blog no me deja), me dio un bajón de la ostia y tomé, sin pensarlo, rumbo a Brasil. Sí, ¿qué pasa? Soy impulsivo sin remedio.

Claro, os podéis imaginar la cara de mi hermano Pedro cuando le llamo desde Barajas comunicándole que en unas horas nos veríamos en Sao Paulo. Me llamó de todo. Y yo a él. Pero allí me planté. Que no se diga que Jorge García Peláez no tiene un par de huevos bien puestos.

No es que mi hermano y yo seamos de esos que se lo cuentan todo (Pedro es bastante rarito, todo hay que decirlo), pero en esos momentos fue a quien tuve más a mano para desahogarme. Le conté lo que me había pasado con la plaza de la oficina, con Claudia y, claro está, con Olaya. Nos volvimos a llamar de todo. Me dijo que fui un inconsciente al rechazar un puesto de trabajo estable, al dejar a papá y mamá preocupados sin avisarles de mi destino... Vaya, nada sobre lo que yo no hubiera pensado en las más de 12 horas que duró el agotador vuelo a la ciudad brasileira.

Pero ahora ya estaba allí y no era plan de comprarme un billete de vuelta (que no son lo que se dice baratos) y volver con la cabeza gacha a casa. Así que en un acto de misericordia, Pedro aceptó a acogerme en su casa y tratar de encontrarme algún curro en el que poder emplearme un tiempo. Y la verdad que me dejó sorprendido el cabronazo. A la semana, sin pasar entrevista ni nada, ya me había conseguido un trabajo temporal como contable de la ONG para la que él trabaja. Las condiciones laborales eran un tanto precarias (las cosas como son) pero no estaba yo en condiciones de ponerle pegas al asunto.

Y así es como fueron pasando los días, las semanas, los meses... al principio prácticamente incomunicado con el resto del planeta, sin querer saber nada de nadie. Luego, poco a poco, abriendo la mente con los que se iban enterando del último petardazo de Jorge. Un día cualquiera empecé a verlo todo con otros ojos. He de reconocer que lo que hice fue una gilipollez de un niñato caprichoso. En lugar de alegrarme por Olaya y de asentar la cabeza con el trabajo que tantas noches sin dormir me había costado conseguir, me creí ser alguien para tirarlo todo por la borda.

Olaya leía mis entradas en el blog con asiduidad, así que, claro está, le debía una explicación. Tuvimos una de nuestras charlas eternas durante una noche entera por el Skype y me demostró, una vez más, que no se puede tener una amiga mejor y más incondicional. Y sí, digo amiga porque eso es lo que es y lo que siento por ella. En contra de la opinión generalizada de nuestro núcleo (¿he dicho ya que a la gente le encanta chismorrear?) yo no me fui despechado porque estuviera o esté enamorado de Olaya. Lo que me cegó tanto aquella noche fue la sensación de angustia, de pérdida, de quedarme atrás.

Mientras yo me quedaba en el mismo lugar de siempre (algo que en su momento no supe valorar), la persona que más y mejor me conoce, la que me ha acompañado toda la vida desde que tengo uso de razón, no sólo se marchaba lejos de aquí sino que además anunciaba su boda con el mayor mierdas que he conocido. Porque eso es lo que es Dani, un puto mierdas. De esos a los que te apetece partirles la cara a ver si se la arreglas. Pues bien, parece que la hace feliz. Y como la felicidad es lo único que quiero para Olaya, lo acepto y lo respeto, aunque no lo comparto. Quizás el hecho de darme cuenta de que estamos dejando de ser jóvenes me sobrepasó. Todo iba a ser radicalmente distinto y yo no estaba preparado para un cambio así en ese momento.

Pero lo cierto es que la experiencia brasileña no estuvo nada mal después de todo. Aunque no me haya vuelto rico, no veáis la envidia que le he dado a mis amigos al volver porque, colegas, vaya como están las brasileñas. Bueno, a todos menos a Jose, que el pobre nos ha aguantado estoicamente largas conversaciones sobre tetas y culos. Aunque entre mis fotos también había algún que otro brasileño cachondo, así que no se puede quejar, que él también ha tenido su ración. Además, qué coño, si hasta se nos ha echado novio formal.

Y es que muchas cosas han cambiado desde que me fui, pero ya estoy prácticamente al día de todo.

¿Que desde cuándo estoy en España? Pues desde Navidad. A mí se me acababa el contrato y, aunque consideré la opción de quedarme por allí, la verdad es que tenía ganas de volver casa... si me hubieran dejado, claro.

Cuando Loli nos vio aparecer por la puerta a mi hermano y a mí, sólo la escuché decir que mi maleta no entraba en su casa. Los que conocéis a mi madre veréis en esto una reacción completamente normal, pero hay que vivirlo como lo viví yo y sentirte rechazado por tu propia progenitora. Mi padre trató de mediar durante las fiestas para que yo recuperara mi cuarto, pero no hubo forma. Aparte de esto, la relación con mi madre es igual de buena que siempre, pero Loli no es la mítica madre misericordiosa que acoge a la oveja descarriada (y eso que yo solía ser su ojito derecho), así que sin curro y sin techo, me quedé todas las navidades en casa de Nando y sus padres, que ya saben cómo se las gasta mi madre para estas cosas.

Lo primero que se me ocurrió (craso error) fue volver con el rabo entre las piernas a la sucursal donde me habían ofertado la plaza. Como no podía ser de otra forma, se rieron de mí en la puta cara. Y allí estaba Claudia, que con su media sonrisa y mi puesto de trabajo en sus manos disfrutó de la escena con regocijo, haciéndome sentir aún peor si cabe.

Eso sí (y esto sé que os va a gustar), antes de salir por la puerta de la oficina se me acercó por la espalda y me susurró algo así como llámame y tomamos un café. Lo que pasó después ya lo sabéis de sobra sin que os lo cuente: el café llevó a una cerveza, la cerveza a una copa, la copa a una caricia, la caricia al qué bien te ha sentado Brasil y de ahí a la cama. No recordaba lo bien que follaba lo divertida que es Claudia.

Desde entonces, nos vemos y  hablamos de vez en cuando, pero yo he tomado una decisión irrevocable: no me volveré a acostar con Claudia nunca más. Me lo hizo pasar francamente mal cuando estábamos juntos, si es que en algún momento eso fue así. Incluso me llegué a plantear asentar la cabeza con ella y lo único que recibí fueron palos. Por muy guapa y muy maja (cuando quiere) que sea, por muy buena que esté y muy dura me la ponga, por muchas promesas que me haga,... NO. Y aunque fueron muchas las noches que me acordé de ella en Brasil, el reencuentro ha sido más de lo mismo y las cosas no han cambiado desde entonces. Dicen que quien bien te quiere te hará llorar, pero lo de Claudia no es querer bien. Es querer mal. Ella sólo se quiere a sí misma. Y yo cada día que pasa la quiero menos.

Así que ya veis... Totalmente desubicado en mi retorno, decidí recurrir a la única persona que me podía ayudar en ese momento de perdición y desesperación: Teresa. Aunque todavía no he hablado de ella nunca en el blog, estoy seguro que muchos la recordaréis sin problema. Teresa fue mi profesora cuando Olaya y yo éramos sólo unos chavales. Terminó haciéndose amiga de la familia y, con el tiempo, casi una segunda madre para mí. Me sorprendió reencontrarme con una Teresa melancólica, dolida y sin ganas de nada. ¡Ella! que siempre tenía proyectos entre manos, así como una palabra amable y una sonrisa para todo el mundo. Pero claro, durante nuestra conversación me di cuenta de que lo que le pasaba eran mal de amores. Si es que al final, todos somos iguales... 

El caso es que Teresa me ayudó a reubicarme en la ciudad. Juntos buscamos trabajo y piso y, aunque pensé que no lograría nada debido a la crisis, las cosas no salieron tan mal. En la asesoría en la que ahora me gano el pan, parece que les llamó la atención mi breve estancia en Sao Paulo. No hay mal que por bien no venga...

He alquilado un estudio bastante chulo y hoy celebramos su inauguración Jose, Nando y yo. Noche de tíos. Aprovechando que hay partido de la Champions entre el Stuttgart y el BarÇa, nos hemos pillado birras y pizzas para disfrutar de mi nuevo pisito de soltero.

¡Vaya! Hablando de los reyes de Roma, acaban de picar al timbre... Deben de ser ellos. Pues ná, ya os iré relatando cómo va todo, que esto promete y por hoy creo que ha sido suficiente, incluso demasiado. Pero bueno, era necesario, había tanto que contar...

OFF...

No hay comentarios: